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“Verdaderos creyentes” e idealistas: cómo la búsqueda del ideal puede conducir al mal.

Muchos de los mayores crímenes, atrocidades y calamidades de la historia fueron perpetrados deliberadamente por personas idealistas que deseaban honesta y sinceramente hacer algo bueno. Este artículo se centra en la aparente paradoja de cómo buscar el bien puede conducir al mal. «El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones», dice el refrán. Sobre todo cuando se camina de la mano de un grupo de idealistas fanáticos que no están abiertos a la reflexión crítica.

idealistas - como el mal se disfraza de la búsqueda de un ideal

Ya hablamos en otro capítulo de AlgoPoco sobre el fanatismo. El fanático, o verdadero creyente, es una persona que adscribe a un colectivo que persigue ideales. Al menos en sus orígenes se trata de personas que buscan el bien. Sin embargo, la ceguera fanática puede conducir a la comisión de actos violentos o crueles, en nombre de ese ideal.

Roy F. Baumeister en su ya clásico libro Evil: Inside Human Violence and Cruelty, se adentra en los recovecos del alma humana que nos llevan a realizar actos condenables. En el capítulo 6 de su libro se explaya específicamente sobre la maldad que surge del idealismo.

La maldad que surge del idealismo

A primera vista, parece que hay una contradicción en decir que los actos buenos pueden conducir  al mal. Pero esta contradicción se resuelve fácilmente. Sólo hay que recordar que el mal está en el ojo del que mira.

A veces, movimientos políticos o religiosos para los que la virtud moral y el idealismo siguen vigentes, apoyan la comisión de actos violentos y crueles contra quienes transgreden el ideal. Cuando infligir un daño violento pasa de ser un derecho a ser un deber, es justo esperar que la violencia se vuelva implacable y despiadada. El mal del idealista es, entonces, especialmente malo: aquí son la propia conciencia y la fuerza de carácter los que operan instigando a la comisión de actos graves e intensos. El daño al otro no es simplemente aceptable, sino que es una obligación sagrada.

Es triste, pero difícilmente imposible, reconocer que algunas personas que cometen actos malvados están motivadas por altos ideales y un celoso deseo de hacer del mundo un lugar mejor, según ellos. Es sobre todo desde la perspectiva de sus víctimas, y quizás de los observadores neutrales, que estos actos son malos.

Roy F. Baumeister, Evil: Inside Human Violence and Cruelty. Traducción de AlgoPoco

Violencia con altos principios morales

Baumeister nos explica que una de las claves para entender este vínculo entre idealismo y violencia es que los altos principios morales reducen el margen para la negociación y los acuerdos. Si dos países luchan por un territorio en disputa y ninguno de ellos puede lograr una victoria clara en el campo de batalla, es muy posible que lleguen a algún tipo de acuerdo intermedio para dividir el terreno. Pero es mucho más difícil hacer un trato cuando la disputa entre la “verdad absoluta y eterna” de los idealistas y “las fuerzas del mal” que se oponen al ideal. Un acuerdo en estas circunstancias es percibido, por el fanático, como vender la mitad del alma al diablo.

De hecho, a medida que avanzamos en el siglo XXI, puede ser necesario tener dos conjuntos de reglas de guerra: uno para las guerras ordinarias y otro para las guerras santas. Si el adversario declara una guerra santa, es probable que se le trate con una brutalidad mucho mayor. Declarar una guerra santa parece significar que las reglas ordinarias, como la convención de Ginebra, quedan suspendidas.

Roy F. Baumeister, Evil: Inside Human Violence and Cruelty. Traducción de AlgoPoco

Cuando el fin justifica los medios

El idealismo conduce al mal cuando el movimiento idealista decide que la búsqueda de fines buenos y deseables justifica el uso de medios violentos u opresivos. Cuando las personas creen firmemente que los fines no justifican los medios, los idealismos son mucho más inocuos. Si las cualidades morales de los medios son evaluadas con los mismos estándares elevados con los que se juzgan los objetivos y propósitos idealistas, el daño se mantendrá bajo control.

Baumeister explica que el “mal idealista” es instrumental, es decir, se ejerce no por alguna cualidad intrínseca del acto malicioso, sino porque facilita la resolución de algún problema.

Sin duda, las personas idealistas y virtuosas preferirían poner en práctica sus encomiables objetivos utilizando únicamente los métodos más elevados, respetados y virtuosos. Por desgracia, estos métodos suelen parecer inadecuados, demasiado lentos o ineficaces. Algo, o alguien, crea un gran obstáculo que impide que algo maravilloso se haga realidad. La violencia es una forma de eliminar ese obstáculo.

Roy F. Baumeister, Evil: Inside Human Violence and Cruelty. Traducción de AlgoPoco

Pero quien ejerce el mal en ese contexto no está libre de sentir remordimientos. El ejercicio de la violencia y la crueldad conlleva una carga psicológica importante que solo se despeja cuando se construye una buena justificación. De alguna manera, la persona debe mantener la creencia de que lo que hace está bien. Esta justificación idealista suele centrarse en la bondad del objetivo primordial. Y a veces, como veremos más abajo, el perpetrador se escuda tras el mito de la maldad pura, es decir, logra percibir al oponente (su víctima) como la encarnación misma del mal.

La lucha interna del verdugo ha sido poco documentada en la historia. Un ejemplo que nos entrega Baumeister es el relatado por Robert Conquest en su descripción de la hambruna genocida ocurrida en Ucrania entre la primera y segunda guerra mundial. Si quieres conocer este ejemplo en mayor detalle te invitamos a pinchar aquí.

Licencia para odiar

Un elemento importante para considerar en estos ambientes de violencia y crueldad idealista es la actitud hacia la víctima. Como mostramos detalladamente en el artículo sobre la hambruna ucraniana, algunos autores del daño han reportado sentimientos de culpa cuando tenían alguna duda o sentían alguna simpatía hacia las víctimas. Como aquello no es conveniente para sus fines, se permite y a veces incluso se exige a los agentes que desprecien a sus víctimas. Para lograr su objetivo de manera efectiva, el idealismo suele acabar confiriendo un derecho, una licencia, para odiar. En un clásico artículo de Psychology Today “La educación de un torturador” se explica la importancia de asegurar que el perpetrador del acto de crueldad detestase a sus víctimas.  

Entre paréntesis: 

Nelson Mandela, líder revolucionario sudafricano, conoce esta dinámica y se le opone activamente. Su propuesta revolucionaria no es idealista sino realista. Su realismo es, probablemente, la clave del éxito de su empresa.  ¿Quieres escuchar su postura de boca del mismo Mandela? Pincha aquí.

El mito de la maldad pura

Los fanáticos que perpetran actos de violencia y crueldad están convencidos de que sus enemigos en general son malvados. Esta percepción de que la víctima pertenece a “la fuerza del mal” es característico de los antagonismos idealistas en general. Los perpetradores idealistas, integrantes de la facción que es dueña de la verdad absoluta, perciben a la víctima en términos del mito de la maldad pura. De acuerdo con este mito, el mundo se divide entre el grupo de los malos, de veras malos, que hacen el mal por puro placer, y los buenos, de veras buenos, que no tienen ningún sentimiento malicioso. La víctima, entonces, es percibida como fundamentalmente opuesta al bien, alguien que se opone al ideal (el “bien”) sin ninguna razón válida o incluso por el puro placer del mal.

Los idealistas, quizá en proporción a su pasión ideológica, tienden a asimilar a sus enemigos a ese mito. Como ya he dicho, los idealistas y los utópicos no pueden reconocer fácilmente que sus oponentes tienen una pretensión legítima y aceptable de ser buenos ellos mismos, porque hacerlo socavaría su propia pretensión de estar del lado del bien.

Roy F. Baumeister, Evil: Inside Human Violence and Cruelty. Traducción de AlgoPoco

Cuando el ejercicio del mal es percibido por el perpetrador como instrumental, la víctima puede librarse con relativa facilidad concediendo lo que quiera el agresor. Sin embargo, cuando hay antagonismos idealistas, lo que el autor de la violencia y crueldad suele querer es que la víctima muera. El sufrimiento de la víctima, entonces, es condición esencial para el triunfo del bien. Con esto, la víctima de violencia idealista tiene mucho menos margen para hacer un trato.

Es más fácil ser cruel cuando hay un colectivo que comparte el ideal y valida los medios

La violencia y crueldad idealista casi siempre es fomentada por grupos, en lugar de individuos.

Cuando alguien realiza actos violentos o crueles para promover un bien superior, puede encontrar apoyo y estímulo si actúa como parte de un grupo de personas que comparten esa creencia. En cambio, si actúa como individuo solitario, arriesga que por el mismo acto se lo tache de loco peligroso.

El grupo es un elemento poderoso de apoyo para los sagrados ideales del fanático que comete actos violentos o crueles. Las concepciones abstractas de cómo deberían ser las cosas adquieren visos de realidad por el mero hecho de ser compartidas por un colectivo idealista. Sin ese contexto grupal, estas concepciones son percibidas como caprichos de individuos, y como tales no justifican el uso de medios violentos. En otras palabras, se hace necesario que un “otro” justifique los medios violentos como necesarios para la de altos fines. Si nadie importante está de acuerdo, probablemente no se recurrirá a ellos. Cuando el individuo pertenece a un grupo que comparte sus ideales y coincide en la creencia de que la fuerza, la violencia o la crueldad son necesarias, será mucho más probable que recurra a ellas.

El grupo es una fuente importante de autoridad moral. Los actos individuales pueden ser cuestionados, lo que suele significar cuestionarlos en función de su adecuación a los objetivos y procedimientos reconocidos del grupo. Pero el propio grupo está por encima de los cuestionamientos. Esta pauta de deferir a la autoridad moral del grupo se observa una y otra vez en los grupos violentos.

Roy F. Baumeister, Evil: Inside Human Violence and Cruelty. Traducción de AlgoPoco

¿Puede la violencia y la crueldad ponerse al servicio del bien?

Vale la pena preguntarnos si por medio de actos violentos o crueles se puede llegar a conseguir los objetivos positivos e idealistas a los que estos actos supuestamente sirven.

¿No fue la revolución francesa una época sangrienta que condujo a Francia hacia los ideales de “libertad, igualdad y fraternidad”, por ejemplo? Baumeister argumenta en contra de esta hipótesis de manera bastante convincente. Respecto de la revolución francesa, explica que el “reinado del terror” (El Terror) dejó a Francia más dividida que nunca, a pesar de que se suponía que todo ese sufrimiento iba a traer la unidad.

El Terror ciertamente no logró cimentar el poder de las personas que lo implementaron; de hecho, muchas de ellas se convirtieron en sus víctimas. Incluso Robespierre, el idealista fanático que presidió muchas de las medidas extremas que esperaba salvaguardaran la Revolución, acabó en la guillotina. […] Aunque El Terror llegó a su fin, la Revolución no tuvo éxito. De hecho, ese es el mayor fracaso de todo El Terror: La República que debía proteger desapareció pronto por completo. La monarquía fue restaurada unos años después. La idea misma de la República quedó desacreditada en Francia durante más de un siglo, asociándosela irónicamente, en la mente de la gente, con la represión, la violencia, la persecución y otros males. Los medios acabaron manchando y corrompiendo los ideales que pretendían promover y proteger.

Roy Baumaister, Evil, basándose en la historia de la revolución francesa de R. R. Palmer. Traducción de AlgoPoco

Pero ¿existen casos en los que los fines buenos pueden derivarse del uso de medios violentos o crueles? A veces se hace necesario recurrir a la violencia para protegerse de los enemigos. A pesar de su reticencia frente al derramamiento de sangre, Estados Unidos y sus aliados consideraron necesario luchar en dos guerras mundiales para mantener vivas la libertad y la democracia. Se podría argumentar que en este caso el uso de la violencia no fue ideológico, sino que siguió la lógica de la defensa propia. Luchar para protegerse de un ataque despiadado no es lo mismo que recurrir a esta para defender un ideal.

Ciertamente, pareciera que algunas acciones malvadas, crueles, violentas, pudieran a veces promover buenas causas. Europa se benefició de las Cruzadas, al menos en términos de estimulación cultural y aumento del comercio. Del mismo modo, los países actuales del continente americano existen en parte como resultado de la cruel conquista y destrucción de los pueblos que vivían allí antes de que llegaran los colonos europeos. Baumeister argumenta que esos beneficios, sin embargo, fueron indirectos y no representan los objetivos originales de los cruzados o los conquistadores. No hay evidencia de un nexo causal entre violencia y bien sino que, al contrario, observa ausencia de beneficios directos de la violencia y un significativo número de indiscutibles perjuicios.

Esto nos lleva a concluir que los medios violentos o crueles pueden adoptarse a veces en defensa propia, para defender causas loables que son atacadas por otros. Pero los medios violentos tienden a tener consecuencias imprevistas, efectos secundarios y retrocesos que a menudo acaban debilitando o socavando los mismos ideales que se esperaba promoviesen.

¿Te interesa profundizar más? Te invitamos a leer nuestro artículo sobre el perfil del fanático. También te recomendamos nuestro artículo sobre la banalidad (superficialidad o liviandad) de los verdugos de la historia.