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El perfil del fanático

El fanático es quien integra un movimiento ideológico. Estos movimientos, ya sea religiosos, nacionalistas o revolucionarios, son un fenómeno antiguo y también reciente que ha despertado la curiosidad de intelectuales y estudiosos. Sobre todo ha interesado entender el perfil la pieza fundamental que constituye estos grupos: el «verdadero creyente» o fanático.

Uno de los clásicos sobre fanatismo y movimientos ideológicos es un pequeño libro que se publicó en 1951 titulado El verdadero creyente, cuyo autor es el filósofo-estibador Eric Hoffer. A continuación te contaremos un poco más sobre aquél.

Movimiento de protesta, el fanático, el verdadero creyente

¿Quién es el fanático?

Las personas que se sienten apreciadas por los demás y en control de su vida no quieren unirse a un movimiento ideológico. Quien se siente realizado y eficaz, no quiere que el mundo cambie demasiado y espera que las mejoras ocurran lentamente. Los cambios radicales no les acomodan ya que les acomoda la idea de perseguir sus metas y sueños dentro del sistema existente. Lo más importante es que creen que tienen la capacidad y el poder de mejorar su vida mediante el esfuerzo individual.

Es común que las personas asignen la culpa de sus fracasos a cosas ajenas a ellos mismos. Quizás esta es una forma de preservar nuestro respeto por nosotros mismos cuando no nos va bien en la vida. Entonces, la gente que está fracasando siempre dirá que es culpa de la economía, “el sistema”, el gobierno, el capitalismo, los altos impuestos… todas cosas fuera de sí mismos. Cuando aparece un movimiento ideológico que predica un cambio sistémico como respuesta a la frustración, apela enormemente a esta parte de la naturaleza humana.

Caracterísitcas del verdadero creyente

De acuerdo a Hoffer, el verdadero creyente, el que “se lanza de cabeza a una aventura de grandes cambios”, es una persona que:

  • Siente un descontento intenso, pero no es un indigente.
  • Cree que mediante la posesión de una potente doctrina, un líder infalible o alguna nueva técnica, tendrá acceso a una fuente de poder irresistible.
  • Tiene una concepción exagerada sobre las esperanzas y potencialidades del futuro.
  • Ignora por completo las dificultades incluidas en su enorme empresa.

Solo personas sin experiencia cumplen con lo anterior. En los movimientos ideológicos, la experiencia es una desventaja. ¿Qué experiencia política tenían los hombres que comenzaron la revolución francesa? ¿Y los bolcheviques o los nazis? Hoffer nos recuerda que ninguna.  

Al contrario. El verdadero creyente debe tener una capacidad que al experto le es esquiva: la capacidad “para «cerrar los ojos y taparse los oídos» ante hechos que no merecen ser vistos u oídos”. Esta es, según Hoffer, la fuente de su excepcional fortaleza y constancia.

No le asusta el peligro, ni se desanima por los obstáculos, ni se desconcierta por las contradicciones porque niega que existan. […] La certidumbre de su doctrina infalible es la que convierte al verdadero creyente en impermeable a las incertidumbres, sorpresas y a las realidades desagradables del mundo que le rodea. En consecuencia, la eficacia de una doctrina no debería juzgarse por su profundidad, carácter sublime y validez de las verdades que incorpora, sino por la medida en que consigue aislar radicalmente al individuo de su yo y del mundo tal como es.

Eric Hoffer, El verdadero creyente

El fanático y el hombre de masas

Los «verdaderos creyentes» de Hoffer son inseparables de la caracterización del «hombre de masas» que describe Ortega y Gasset. El hombre de masas, según el filósofo español, es un holgazán resentido, uno al que no solo no le importa cultivar valores más altos, sino que también evita que otros lo hagan. Un hombre que, “sintiéndose vulgar, proclama el derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él”. Al igual que el verdadero creyente, el hombre de masas «tiene las «ideas» más taxativas sobre cuanto acontece y debe acontecer en el universo.» Ortega y Gasset continúa:

Por eso ha perdido el uso de la audición. ¿Para qué oír, si ya tiene dentro cuanto falta? Ya no es sazón de escuchar, sino, al contrario, de juzgar, de sentenciar, de decidir. No hay cuestión de vida pública donde no intervenga, ciego y sordo como es, imponiendo sus opiniones.

José Ortega y Gasset La rebelión de las masas
¿Quieres saber más sobre el "hombre de masas" de Ortega y Gasset? Te recomendamos este artículo de Filosofía&co. y este otro de Ethic.

El carácter intercambiable de los movimientos ideológicos

Hoffer dice que, si bien los movimientos ideológicos pueden parecer muy diferentes al principio, todos están impulsados ​​por los mismos aspectos de la psicología humana. En pocas palabras, todos los movimientos ganan seguidores apelando a un conjunto común de emociones, frustraciones y motivaciones personales. Esto es cierto tanto si el movimiento conduce a resultados positivos o malignos.

Por eso, un elemento clave de estos movimientos es su cualidad de intercambiables. Esta intercambiabilidad se da en tres ámbitos:

  • Intercambiabilidad al ingreso: Un fanático puede ingresar al movimiento A (por ejemplo al movimiento nazi) o al B (por ejemplo al movimiento comunista) indistintamente.
  • Conversión de un fanático: Un fanático que ingresó a A puede fácilmente “convertirse” a B.
  • Mutación de un movimiento: El movimiento A puede mutar, transformándose en algo parecido a B.

Exploraremos cada uno de estos tres ámbitos a continuación.

La intercambiabilidad al ingreso al movimiento ideológico.      

El fanático que sirve para un movimiento también sirve para otro y se unirá a aquel que lo reclute antes. Para el verdadero creyente la sustancia del movimiento no es tan importante como el hecho de que él o ella es parte de éste. Que un fanático se una a los comunistas o a los nazis es principalmente un asunto de azar.

Cuando las personas están maduras para un movimiento de masas, normalmente están maduras para cualquier movimiento operante, y no solamente para uno con una doctrina o programa particular. En la Alemania pre-hitleriana era cuestión de azar el que un joven inquieto se uniese a los comunistas o a los nazis. En la superpoblada Rusia zarista, la población judía estaba madura tanto para la revolución como para el sionismo. En la misma familia, un miembro se unía a los revolucionarios y el otro a los sionistas. El Dr. Chaim Weizmann cita una frase de su madre en aquellos días: «Suceda lo que suceda, estaremos bien. Si Shemuel [el hijo revolucionario] está en lo cierto, viviremos felices en Rusia; si es Chaim [el sionista] el que tiene razón, iremos a vivir a Palestina».

Eric Hoffer, El verdadero creyente

La conversión del fanático

Además, la permanencia del fanático en un movimiento dado no está garantizada. El autor describe cómo en la primera mitad del siglo XX existía la percepción de que transformar un nazi en comunista (o viceversa) era cosa bastante fácil. También usa el ejemplo de Saulo, perseguidor de los cristianos, que se convirtió en Pablo, un cristiano fanático. El fenómeno del cambio de lealtad, o del converso, no es raro en el universo de los fanáticos.

Esta receptividad a todos los movimientos no siempre termina después de que el potencial verdadero creyente se haya convertido en apasionado converso de un movimiento específico. Cuando los movimientos de masas tienen una violenta competición entre sí, no es raro que existan ejemplos de conversos —incluso los más entusiastas— que cambian su lealtad de uno a otro. Que un Saúl se convierta en Pablo no es ninguna rareza ni un milagro. En nuestros días, los que reclutan para un movimiento de masas parecen mirar a los fervientes seguidores de sus antagonistas como potenciales conversos. Hitler consideraba a los comunistas alemanes como nacional socialistas en potencia[…] El Capitán Rohm alardeaba de que podría convertir al comunista más rojo en un nacionalista reluciente en cuatro semanas. Por otro lado, Karl Radek miraba a los Camisas Pardas Nazis (S.A.) como una reserva de futuros reclutas comunistas.

Eric Hoffer, El verdadero creyente

La mutación del movimiento ideológico

Hoffer sugiere que los movimientos pueden evolucionar, cambiando su doctrina profundamente.

Un movimiento de masas se transforma fácilmente en otro cualquiera. Un movimiento religioso puede desembocar en una revolución social o en un movimiento nacionalista; una revolución social, en un nacionalismo militante o en un movimiento religioso; un movimiento nacionalista en una revolución social o en un movimiento religioso.

Eric Hoffer, El verdadero creyente

Esto le permite, incluso, sugerir que es posible detener el auge de un movimiento ideológico indeseable sustituyéndolo por uno benigno. De esa manera las personas predispuestas a unirse a un movimiento encontrarían un desahogo constructivo para sus inseguridades.

El problema de paralizar un movimiento de masas con frecuencia es un asunto de sustituir un movimiento por otro. Una revolución social puede detenerse impulsando un movimiento religioso o nacionalista. Por eso en países donde el catolicismo recupera su espíritu de movimiento de masas, está contrarrestando la extensión del comunismo. El nacionalismo del Japón canalizó todos los movimientos de protesta social. En nuestro Sur, el movimiento de solidaridad racial actúa como una medida preventiva de agitación social. Una situación similar puede observarse entre los franceses en Canadá y los boers en Sudáfrica.

Eric Hoffer, El verdadero creyente

Sin embargo, Hoffer agrega una nota de cautela. En el proceso de sustituir un movimiento por otro se puede también cometer errores en la elección del sustituto. Cuan benigno o maligno es un movimiento es algo que no es transparente desde un principio.

Este método de paralizar un movimiento sustituyéndolo por otro no siempre está libre de peligros, puede costar caro […] En la Italia y Alemania de pre-guerra los empresarios prácticos actuaban de una forma totalmente «lógica» cuando animaban un movimiento fascista y nazi para detener el comunismo. Pero al hacerlo, estas personas lógicas y prácticas estaban impulsando su propia aniquilación.

Eric Hoffer, El verdadero creyente

¿Quén fue Eric Hoffer, el autor de «El verdadero creyente»?

Eric Hoffer no fue un filósofo tradicional. Era un autodidacta que trabajó como estibador en los muelles de San Francisco durante 25 años. Lector voraz y erudito incansable, nunca quiso pertenecer al esablishment intelectual de su época. Hoffer se distinguía de este establishment en que él era un trabajador, no un intelectual que escribe sobre trabajadores. Esto da a su obra características muy únicas.

En el momento de la publicación de El verdadero creyente, el primero de sus 10 libros, Hoffer había pasado varias décadas trabajando junto a otros hombres en trabajos difíciles. Sus escritos, entonces, son el resultado de la observación consumada de los pensamientos, emociones y acciones de las personas. Esta fundamentación en lo concreto y experiencial le permite separarse del abstraccionismo de la mayoría de los intelectuales del siglo XX. Su escritura es clara y los temas que desarrolla no están excesivamente intelectualizados. Todo lo anterior explica por qué Hoffer logra ofrecer al lector una mirada sobre la naturaleza humana quizá más realista que la de muchos de sus contemporáneos . El filósofo-estibador conoció los puntos fuertes y débiles de los trabajadores como personas de carne y hueso, y no abstracciones ideológicas que a veces engañaron a tantos miembros de una academia escindida del mundo real.

¿Quieres aprender más? Te recomendamos leer El verdadero creyente y complementarlo con La rebelión de las masas de José Ortega y Gasset. Quizá te interese también leer nuestro artículo sobre cómo es que los "verdaderos creyentes" e idealistas pueden cometer actos de maldad en nombre del ideal. 

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