Cada vez es más frecuente en el mundo escuchar historias sobre cómo los estudiantes sienten que caminan sobre terrenos complejos al discutir en clase. Y todo esto reforzado por la cultura de la cancelación y la beligerancia para con el que opina diferente en las redes sociales. Es un círculo vicioso; las redes sociales están compuestas por las mismas personas a las que no se les enseña hoy a debatir en las escuelas o en las universidades.
Jonathan Haidt, sicólogo moral y autor de varios libros, columnas y charlas indica que los estudiantes se quejan en privado de que en sus clases de seminario alguien dice algo y nadie se atreve a estar en desacuerdo. Simplemente no existe el ir y venir argumental que debiera ser parte de toda discusión en que el objetivo último es la verdad (independientemente de si esta verdad se ajusta a mi prejuicio o al de otra persona). Los estudiantes y la gente, en general, tienen miedo. Tienen miedo de ser crucificados en las redes sociales, tienen miedo de ser abordados con argumentos emocionales, cargados de acusaciones de polución moral, siempre ad hominem, contra las que no existe contrapunto racional viable.
En este ambiente, los estudiantes pasan a ser intelectualmente frágiles. Si nunca has tenido que defender tus ideas ni has visto a tus profesores confrontando sus ideas divergentes en debates respetuosos y basados en argumentos racionales, entonces hay algo que no estás aprendiendo. Si este estudiante luego, de repente, ve sus ideas desafiadas, siente como si fuera su propia existencia la que se está invalidando. Y cuando siente desafiada alguna de sus convicciones centrales, se siente invalidado en su esencia, se siente violentado. Sí, esto está ocurriendo hoy, los estudiantes a veces se están sintiendo violentados por las opiniones diferentes.
¿Cómo están leyendo las universidades este fenómeno? Bueno, al parecer algunas estarían empezando a tipificar este nuevo tipo de violencia. Y a prohibirla. “Como es violencia, no podemos permitirla”, dicen. «¿Se sintió violentado porque escuchó una opinión diferente de la propia? Entonces mejor evitemos que escuche esa opinión. No podemos permitir que un orador en el campus sea violento.»
Pero no siempre resulta, y cuando un estudiantado activista, al que no se ha expuesto al debate de calidad, se pronuncia, surge el caos. Te recomiendo pinchar el video de al lado, que muestra el bullado caso del profesor Brett Weinstein en el Evergreen State College de Estados Unidos e interesante ejemplo de la cultura de la cancelación.
¿Ves? Es un círculo vicioso. Soy frágil porque nadie me ha enseñado a presenciar un debate constructivo. Soy frágil porque nadie me ha enseñado a revisar críticamente mis propios prejuicios.
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Luego, cuando veo desafiadas mis creencias, esa fragilidad me impide reaccionar constructivamente, me siento ofendido, atacado, vulnerado, herido. La universidad ve mi herida y decide protegerme. ¿Cómo lo hace? Desinvita a todos los oradores cuyos discursos podrían herirme. Con eso, logra que yo sea un poco más frágil todavía… Ejemplos como el de Evergreen State College no son aislados: la Sociedad Lingüística de Estados Unidos, la Universidad de Yale, y muchas otras instituciones han experimentado de primera mano esta práctica.
Una vez que la cultura da la condición de víctima a quien se enfrenta a visiones contrapuestas, muere la ciencia y toda posibilidad de búsqueda genuina de la verdad. En vez de la universidad tradicional, con espacio para todo un universo de ideas, como su nombre indica, aparece otra entidad, extraña, nueva, poco atractiva para quienes alguna vez estuvieron motivados por la búsqueda del conocimiento objetivo. Cuando esta nueva filosofía penetra el sistema de enseñanza, los estudiantes aprenden literalmente a ver a las personas como miembros de grupos «buenos» o «malos». Prevalece, entonces, una visión maniquea en que hay eterno conflicto y agravio, una cultura de victimismo en la que nunca puede haber paz.
Con la cultura de la cancelación, la censura y el miedo no son impuestos desde afuera sino desde adentro: surge la autocensura y el miedo a opinar. La idea de que las palabras, las ideas y algún conferencista podrían invalidar la existencia de alguien es tan amenazadora que surge la necesidad de instalar protecciones, espacios seguros, advertencias. Contrariamente a la tradición de la investigación libre, exigimos entonces la supresión de las ideas ofensivas.
En el siguiente video podrás escuchar cómo el youtuber Un Tío Blanco Hetero se refiere a un tema peliagudo que hoy tiene poca cabida incluso en los círculos académicos. Me refiero al del estudio de las diferencias de género, área que despierta emociones intensas. No por nada el Tío Blanco Hetero habla detrás de una máscara.
Como dijo John Stuart Mill en su ensayo Sobre la libertad:
El hombre que no conoce más que su propia opinión, no conoce gran cosa
Estos tiempos de la cultura de la cancelación, práctica de intolerantes, son tiempos turbulentos. Tiempos difíciles para quienes amamos el diálogo reposado y respetuoso, ese intercambio colaborativo que nos permite avanzar en la senda del verdadero conocimiento.