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La ceguera inducida por la teoría de consenso

Cuando hemos aceptado una teoría y la hemos usado como herramienta en nuestro pensamiento, es extraordinariamente difícil apreciar sus fallos. Si en alguna ocasión observamos algo que no parece ajustarse al modelo, suponemos que ha de haber una perfecta explicación que de algún modo se nos escapa. Concedemos a la teoría el beneficio de la duda porque confiamos en la comunidad de expertos que la han aceptado.

Daniel Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio

El premio Nobel de economía 2002 Daniel Kahneman describe, en su best seller Pensar rápido, pensar despacio, una deficiencia del juicio humano que ha enlentecido de manera prodigiosa el avance científico. Se trata de la denominada ceguera inducida por la teoría (theory-induced blindness, en inglés). El fenómeno está íntimamente ligado, entre otros, al sesgo de confirmación, uno de los errores cognitivos más preponderantes entre los humanos.

Kahneman ilustra esta ceguera con un ejemplo de su investigación personal. Junto a su coautor Amos Tsversky, identificó errores evidentes y manifiestos en la teoría de la utilidad esperada de desarrollada en 1738 por Daniel Bernoulli. Estos errores, sin embargo, habían pasado varios siglos sin ser develados. Ejemplos de este fenómeno de ceguera abundan en la historia de la ciencia.

A continuación, te presentamos más ejemplos de ceguera inducida por la teoría. En primer lugar, nos referiremos a la geometría plana o euclidiana, que sobrevivió milenios antes de ser desbancada por la geometría fractal. Luego nos referiremos a las reflexiones sobre este fenómeno, que nos entrega el neurólogo y prolífico autor de best sellers Oliver Sacks. En su libro El río de la conciencia, Sacks nos entrega numerosos ejemplos del fenómeno, que él denomina escotoma histórico-cultural. Finalmente, te entregamos algunas claves sobre cómo sortear dicha ceguera en el trabajo científico y en el día a día.

La longitud de las fronteras naturales y el nacimiento de la geometría fractal

En la década de 1930, Lewis Fry Richardson decidió probar una teoría relacionada con las matemáticas de la guerra. Su hipótesis era que la incidencia de los conflictos entre países está relacionada sistemáticamente con la longitud de sus fronteras comunes.

Comenzó a medir las fronteras de Europa y se sorprendió al descubrir que sus resultados diferían entre diferentes mapas. Buscó algunos libros autorizados y también encontró discrepancias allí. Por ejemplo, en uno se reportaba que la longitud de la frontera de España y Portugal era de 987 km. Otro libro indicaba que dicho borde medía 1.214 km.

Esta desconcertante evidencia movió a Richardson a profundizar en su investigación, confirmando algo a la vez obvio y sorprendente:

La importancia del tamaño de la vara

Cuando realizamos cualquier medición lo hacemos utilizando una regla o una vara de un tamaño particular. Entonces, un cartógrafo que utilice una regla de 100 km medirá intervalos de 100 km a lo largo del tramo de tierra que intenta dimensionar. Se verá obligado a atravesar toscamente la complejidad dada por características naturales de menor tamaño. Si otro cartógrafo usa una regla de 10 km, recogerá parte importante de estos meandros obteniendo una medida más larga para el mismo tramo de tierra.

Aunque podamos intuir que al ir reduciendo el tamaño de la regla llegará un punto en el que convergeremos a una respuesta «correcta», aquello no ocurre así. Richardson mostró que la longitud de muchas formas naturales se acerca al infinito a medida que la escala de medición se hace más pequeña. Y nadie se había dado cuenta de esto antes. ¿Por qué? Por ceguera inducida por la teoría.

Durante casi dos mil quinientos años, los matemáticos y físicos habían confiado implícitamente en la geometría euclidiana o geometría plana. Esta geometría estudia las formas básicas de bordes lisos que se enseña en la escuela. La geometría euclidiana establece una distancia entre dos puntos como algo obvio e independiente de la métrica utilizada para medir. La importancia del tamaño de la vara de medir nunca se le ocurrió a nadie, porque no es (y sigue sin serlo) algo importante cuando medimos los lados de un triángulo que acabamos de dibujar en una pizarra.

El problema surge cuando la forma que se está midiendo contiene las sinuosidades, recodos y recovecos típicos de las formas naturales. Es muy posible que otros se hayan encontrado con discrepancias similares a las identificadas por Richardson antes. Sin embargo, las habían ignorado, probablemente asumiendo algún tipo de error. La geometría fractal, que se hace cargo de las paradojas identificadas por Lewis Fry Richardson, solo comenzó a desarrollarse en la segunda mitad del siglo XX. Ceguera inducida por la teoría en su máxima expresión.

La longitud de la costa de Gran Bretaña

En su clásico La geometría fractal de la naturaleza de 1982, el genio matemático y creador de la geometría fractal, Benoît Mandelbrot, muestra las dificultades que el cartógrafo encuentra para responder una pregunta simple. ¿Cuál es la longitud de la costa de Gran Bretaña? Las dificultades asociadas a dicha empresa ya las había reportado Mandelbrot en 1967 en la revista académica Science. El artículo examina la paradoja de que la longitud de una línea costera depende de la escala de medida. Como se puede observar en la figura adjunta, a medida que la unidad básica de medida se reduce, la longitud total se incrementa.

Este fenómeno se denomina también la paradoja de la línea de costa.  En específico, si la costa de la isla de Gran Bretaña se mide usando un intervalo de escala de 200 km, entonces la longitud medida de la costa es de aproximadamente 2.400 kilómetros. El uso de un intervalo de escala de 50 km, conlleva que la longitud medida de la costa sea de aproximadamente 3.400 kilómetros. En el límite, cuando el tramo tiende a cero, la longitud total no converge a una cifra definida sino que tiende a infinito. La geometría fractal, una expansión moderna de la geometría euclidiana, soluciona esta aparente contradicción.

ALG108, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Ceguera inducida por la teoría o escotoma histórico-cultural, según Oliver Sacks

En El río de la conciencia, el neurólogo y prolífico autor Oliver Sacks, se refiere a la ceguera inducida por la teoría denominándola escotoma. Escotoma, en neurología, corresponde a “una desconexión o hiato en la percepción, esencialmente una brecha en la conciencia producida por una lesión neurológica”. Pero Sacks expande el concepto y se refiere al “escotoma histórico-cultural”, relacionado con la negligencia y el olvido en la ciencia. En otras palabras, la ceguera inducida por la teoría.

En su análisis, Sacks se refiere numerosos ejemplos. Uno de ellos es el escotoma ptolomeico. Aristarco, en el siglo III a. C., habría mostrado claramente una imagen heliocéntrica del sistema solar que fue perfectamente comprendida y aceptada por los griegos. Pero Ptolomeo, cinco siglos después, le dio completamente la vuelta. Al postular su teoría geocéntrica, el mundo cayó en una oscuridad que duró mil cuatrocientos años, hasta la llegada de Copérnico.

El neurólogo también se refiere a la teoría del caos, cuyo desarrollo definitivo solo comenzó durante el siglo XX.

A veces me ha sorprendido que la teoría del caos no la descubrieran o inventaran Newton o Galileo; debían de estar totalmente familiarizados, por ejemplo, con los fenómenos de la turbulencia y los remolinos que se ven constantemente en la vida cotidiana (y que retrató magistralmente Leonardo). Quizá evitaron pensar en sus implicaciones, previendo que serían infracciones potenciales de una naturaleza racional, lícita y ordenada. En gran parte, es lo mismo que pensó Henri Poincaré dos siglos más tarde, cuando fue el primero en investigar las consecuencias matemáticas del caos: “Son cosas tan estrambóticas que no soporto contemplarlas.”

Oliver Sacks, El río de la conciencia

Escotoma histórico-cultural en el campo de la neurología

Sacks se extiende también en las dificultades en el avance de la comprensión de fenómenos en su área de experticia, la neurología. Ejemplos desarrollados en detalle en El río de la conciencia incluyen:

  • el aura en la migraña, que se explica con facilidad mediante elementos de la teoría del caos,
  • el síndrome de Tourette, tan complejo que prácticamente desapareció de la literatura entre 1907 y 1970,
  • las extremidades fantasma, percibidas sensorialmente por los amputados y sus contrapartes los “fantasmas negativos”, o “la aniquilación y alienación subjetiva de las extremidades después de una herida grave u operación”, y
  • La ceguera total al color después de una lesión o herida cerebral, síndrome excluido de la literatura durante décadas porque desafiaba la creencia entonces imperante (y errónea) de que la visión era un fenómeno contínuo.

El neurólogo comenta profusamente sobre la ceguera inducida por la teoría , en El río de la conciencia. Indica que las prematuras simplificaciones y sistematizaciones de la ciencia actúan como anquilosantes, impidiendo su crecimiento vital.

La teoría, de todos modos, puede convertirse en un gran enemigo de la observación y el pensamiento honesto, sobre todo cuando se convierte en un dogma o supuesto tácito y quizá inconsciente.

Oliver Sacks, El río de la conciencia

Cuestionar una teoría aceptada por todos no es tarea fácil

Socavar las propias creencias y teorías puede ser un proceso muy doloroso e incluso aterrador, pues nuestras vidas mentales se sustentan, de manera consciente o inconsciente, en teorías a veces investidas con la fuerza de la ideología o la delusión.

Oliver Sacks, El río de la conciencia

La ceguera inducida por la teoría se produce, entre otras cosas, porque el cuestionamiento del consenso experto es lejos de ser una aventura cómoda. En algunos casos, la idea que rompe el statu quo puede amenazar con destruir los sistemas de creencias de toda una cultura. Fue el caso, por ejemplo, de la publicación de El origen de las especies de Darwin en 1859. La nueva teoría provocó furiosos debates entre la ciencia y la religión que sobreviven, en parte, incluso hoy en día.  

Dios no juega a los dados

Otro ejemplo famoso de dicha repugnancia en nuestro siglo es el de Einstein. El genio de la física mostraba un violento desagrado que ante evidencias de la naturaleza aparentemente irracional de la mecánica cuántica. Aunque él mismo había sido uno de los primeros en mostrar dicha evidencia, se negaba a considerar esa interpretación como algo definitivo. Esperaba que, al comprenderlos con más profundidad, se daría paso a una representación más ordenada y armoniosa (expectativa que hasta hoy no se cumple).

La mecánica cuántica es realmente imponente. Pero una voz interior me dice que aún no es la buena. La teoría dice mucho, pero no nos aproxima realmente al secreto del ‘viejo’. Yo, en cualquier caso, estoy convencido de que Él no tira dados.

Carta de Einstein a Max Born, diciembre 1926 (traducción de AlgoPoco)

Pero Einstein también reflexionó sobre el proceso de creación de teorías. Sostenía que una nueva teoría no invalida ni desbanca la anterior, sino que más bien “nos permite recuperar nuestros viejos conceptos desde un nivel superior”.  Y la antigua teoría sigue siendo válida en determinados ámbitos. Y para explicar mejor esta idea, el físico utilizó un famoso símil:

Por poner una comparación, podríamos decir que crear una nueva teoría no es como destruir un viejo granero y erigir en su lugar un rascacielos. Es más bien como subir una montaña, obteniendo vistas nuevas y más amplias, descubriendo conexiones inesperadas entre nuestro punto de partida y su rico entorno. Pero el punto del que partimos sigue existiendo y aún se puede ver, aunque parece más pequeño y forma una parte diminuta de la amplia visión a la que hemos accedido superando los obstáculos de nuestro aventurado ascenso.

Albert Einstein y Leopold Infeld La evolución de la física

La importancia del trabajo multidisciplinario en la ciencia

La clave para sortear la trampa de la ceguera inducida por la teoría es evitar el temor reverencial que ésta nos produce. Concedemos a una teoría el beneficio de la duda porque confiamos en la comunidad de expertos que la han aceptado. Sin duda muchos estudiosos de diversas áreas del conocimiento casualmente habrán notado casos que no cuadran con la teoría de consenso. Pero muchos, de manera inconsciente, no los examinan. En vez de cuestionar la teoría subyacente, prefieren cuestionar su observación, dejándola incluso fuera de los registros. Como observó el psicólogo Daniel Gilbert, dejar de creer en algo, aunque sea algo difícil de creer a la luz de nueva evidencia, es una tarea muy difícil.

Kahneman nos cuenta que una de las razones por la que pudo evadir la trampa de la ceguera inducida por la teoría fue que su profesión de origen no hubiera sido la economía. Fue “una combinación de competencia e ignorancia”, indica el autor en Pensar rápido pensar despacio, “Yo no conocía la teoría de la utilidad lo bastante como para que el respeto hacia ella me cegara, y esta teoría me tenía intrigado”.

Cuando la teoría que cuestionamos pertenece a un área diferente a la propia, el consenso que disputamos es un consenso que no nos pertenece. Dicho consenso nos es, por lo tanto, mucho más ajeno. Eso fue lo que ocurrió a Kahneman y Tsversky – psicólogo cognitivo el primero y psicólogo matemático el segundo – al cuestionar una teoría económica.

El trabajo multidisciplinario y el cruce de fronteras por parte de los expertos es un ingrediente fundamental para el avance revolucionario de la ciencia. Es común que los cuestionamientos y revisiones teóricas profundas ocurran en un ambiente donde se mezcla una diversidad de experiencias y habilidades..

Sortear la ceguera inducida por teorías que sostienen nuestro día a día

Desde el punto de vista del individuo y sus creencias, podemos hacer un símil con esta historia del pensamiento científico. Nuestras creencias individuales también las construimos en base a nuestras percepciones y las hacemos cuadrar con nuestros modelos mentales. Este proceso está limitado por una serie de sesgos cognitivos como el sesgo de confirmación o el sesgo del superviviente. El modelo de referencia al que nos adaptamos nos aprisiona y nos impide ampliar nuestra comprensión del mundo.

Podrás preguntarte, quizá, si tu opinión política, tu evaluación de ciertos temas polémicos como el cambio climático, o alguna de tus lecturas morales, históricas o culturales se beneficiarían de una expansión de la mirada. Quizá un análisis profundo de la perspectiva antagónica te pueda entregar elementos valiosos. Musa al Gharbi se refiere a esto en nuestro artículo sobre los desacuerdos morales: interesarte por conocer y comprender en profundidad el punto de vista del otro es fundamental en cualquier proceso de persuasión…  y en ocasiones te conducirá a modificar tu propia perspectiva.  

Para evitar el círculo vicioso que nos hace girar en torno a un único y rígido marco de referencia, cruzar fronteras culturales, religiosas e ideológicas, puede ser tremendamente enriquecedor. Al empaparnos de representaciones alternativas, ampliamos nuestras perspectivas y avanzamos hacia una mejor comprensión del mundo.

Así como el cuestionamiento de una teoría científica es una habilidad fundamental de quien rompe fronteras y avanza en el conocimiento, el cuestionamiento de uno mismo es una habilidad fundamental para avanzar en el conocimiento.

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