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El cuestionamiento de uno mismo – una habilidad cognitiva fundamental

¿Cuál es el ingrediente clave para estar mentalmente en forma? La primera idea que les viene a la mente a la mayoría de las personas, suele ser la inteligencia. “Cuanto más inteligente sea, más complejos serán los problemas que podré resolver y más rápido podré resolverlos”, piensan. La inteligencia se considera tradicionalmente como la capacidad de pensar y aprender. Sin embargo, en un mundo turbulento, existe otro conjunto de habilidades cognitivas que podrían ser más importantes: la capacidad de repensar y la capacidad de desaprender. Es sobre nuestra capacidad de repensar – es decir, sobre el cuestionamiento de uno mismo y las propias ideas – a la que nos referiremos en este artículo.

Somos rápidos en reconocer cuando otras personas necesitan cuestionarse a sí mismas o pensar de nuevo sus preconcepciones. Cuestionamos el juicio de los expertos cada vez que buscamos una segunda opinión sobre un diagnóstico médico. Desafortunadamente, cuando se trata de nuestro propio conocimiento y opiniones, a menudo preferimos sentirnos bien antes que tener razón.

¿Por qué nos cuesta cuestionarnos?

¿Repensar, volver a pensar, pensar de nuevo? Dudamos ante la sola idea de revisar nuestras convicciones. Parte del problema es la pereza cognitiva. Se puede hablar de avaricia mental: a menudo preferimos la vía fácil – que consiste en aferrarnos a las viejas visiones – a la vía difícil – que incorpora la dificultad de lidiar con las nuevas-.

Sin embargo, también hay fuerzas más profundas detrás de nuestra resistencia al cuestionamiento de nosotros mismos. Adam Grant las menciona en su libro Piénsalo otra vez, que trata justamente de visibilizar la importancia de repensar, cada cierto tiempo, nuestras convicciones.

Cuestionarnos a nosotros mismos hace que el mundo sea más impredecible. Requiere que admitamos que los hechos pueden haber cambiado, que lo que antes era correcto ahora puede estar mal. Reconsiderar algo en lo que creemos profundamente puede amenazar nuestras identidades, haciéndolo sentir como si estuviéramos perdiendo una parte de nosotros mismos.

Adam Grant, Piénsalo otra vez

Cuando se trata de nuestro conocimiento y opiniones (pero no cuando se trata de nuestras posesiones – ¿o todavía ocupas tu Blackberry?), tendemos a mantenernos firmes en nuestra posición original. Favorecemos el consuelo de la convicción sobre el malestar de la duda. Como bien nota el autor de Piénsalo otra vez, nos reímos de la gente que todavía usa Windows 95, pero todavía nos aferramos a las opiniones que formamos en 1995. Escuchamos opiniones que nos hacen sentir bien, en lugar de ideas que nos hacen pensar mucho.

Y esto le ocurre a todos, independientemente de su inteligencia o de su nivel de instrucción. «No estoy sesgado» es un sesgo, ¿sabías? Hay personas que creen que son más objetivas que otras, sin serlo. Resulta que las personas inteligentes tienen más probabilidades de caer en esta trampa. Cuanto más brillante seas, más difícil te será ver tus propias limitaciones. Ser bueno para pensar puede empeorar tu capacidad de cuestionarte y repensar tus convicciones.

Actualizar la propia perspectiva – el proceso de cuestionarnos

El proceso de repensar, a menudo, se desarrolla en un ciclo. Comienza con la humildad intelectual: reconocer lo que no sabemos. Todos deberíamos poder hacer una larga lista de áreas en las que hay cosas que ignoramos. Nadie maneja al mismo tiempo ni a la perfección todos los conocimientos desde la danza hasta las finanzas internacionales, pasando por la moda, la nutrición, la botánica o cómo funciona un cierre o cremallera.

El ciclo del cuestionamiento según Adam Grant (Think Again)

Tal como se ve en la figura que describe el ciclo del cuestionamiento tal como lo plantea Adam Grant en Piénsalo otra vez, la humildad intelectual nos permite reconocer nuestras deficiencias, abriendo la puerta a la duda. A medida que cuestionamos nuestra comprensión actual, sentimos curiosidad por saber qué información nos falta. Esa búsqueda nos lleva a nuevos descubrimientos, que a su vez mantienen nuestra humildad al reforzar lo mucho que nos queda por aprender. Quienes participan de este ciclo aprenden a encantarse cada vez que descubren estar equivocados.

Si el conocimiento es poder, saber lo que no sabemos es sabiduría

Adam Grant, Piénsalo otra vez

Para entrar de manera adecuada en el ciclo del cuestionamiento, debemos usar el modo de pensamiento científico. Este es uno de los cuatro modos de pensamiento definidos en Think Again. Además del modo de pensamiento científico, están los modos fiscal, político y predicador. Estos últimos no favorecen el ciclo del cuestionamiento, sino que lo rompen. En otro artículo de AlgoPoco desarrollamos una descripción detallada de estos modos de pensamiento.

Ruptura del ciclo del cuestionamiento

El ciclo del cuestionamiento se rompe con bastante facilidad, dando espacio al ciclo de la confianza ciega, descrito en el siguiente esquema. Las razones por las que es ciclo del cuestionamiento se rompe pueden ser variadas. Aquí te explicaremos dos: el abandono del modo de pensamiento científico y el efecto Dunning Kruger (o el exceso de confianza en la propia competencia)

El ciclo de la confianza ciega, en oposición al ciclo del cuestionamiento. Según Adam Grant, Think Again

Sin pensamiento científico, salimos ciclo de cuestionamiento

El pensamiento científico privilegia la humildad sobre el orgullo, la duda sobre la certeza, la curiosidad sobre la seguridad. Cuando salimos del modo de pensamiento científico, el ciclo del cuestionamiento se rompe, dando paso a un ciclo de la confianza ciega.

¿Por qué ocurre esto? La explicación recurre a los modos de pensamiento alternativos que Adam Grant define en Píénsalo otra vez. La descripción de ellos la encuentras aquí.

Lo que ocurre es que cuando salimos del modo de pensamiento científico y entramos, por ejemplo, en modo predicador, dejamos de ver lagunas en nuestro conocimiento: creemos que ya hemos encontrado la verdad. Entonces, el orgullo reemplaza la duda, generando convicción. Y la convicción nos hace movernos al modo de pensamiento fiscal.

Cuando entramos al modo de pensamiento fiscal, podremos estar enfocados en cambiar las mentes de otras personas, pero la nuestra está escrita en piedra. Cuando aquello ocurre somos especialmente susceptibles de caer víctimas del sesgo de confirmación (vemos solo lo que esperamos ver) y el sesgo de deseabilidad (vemos solo lo que deseamos ver).

Lo anterior nos induce a movernos al modo de pensamiento político – nuestra prioridad pasa a ser la búsqueda de validación por parte de las personas que nos interesa nos reconozcan. En esta búsqueda de la validación por sobre todas las cosas, ignoramos o descartamos cualquier evidencia que la impida. Estamos tan ocupados en este modo de pensamiento político, montando un espectáculo, que la verdad queda relegada a una posición secundaria.

Y cuando logramos obtener esa validación que buscamos, nos volvemos arrogantes, víctimas de un orgullo que nos impide dudar de nada. Entonces, nos dormimos en los laureles en lugar de poner a prueba nuestras creencias y seguimos dando cabida al ciclo de la confianza ciega, aun cuando la evidencia de que estamos equivocados sea rotunda.

El exceso de confianza en la propia competencia nos aleja del ciclo del cuestionamiento

Como vemos también en este otro artículo sobre el efecto Dunning-Kruger, avanzar en el nivel de conocimiento desde novicio a amateur puede romper el ciclo del cuestionamiento y hacernos entrar en un ciclo de la confianza ciega.

A medida que adquirimos experiencia, perdemos algo de nuestra humildad. Nos enorgullecemos de lograr un progreso rápido, lo que promueve una falsa sensación de dominio. Eso pone en marcha un ciclo de confianza ciega, que nos impide dudar de lo que sabemos y sentir curiosidad por lo que no sabemos. Quedamos atrapados en una burbuja de supuestos defectuosos para principiantes, donde ignoramos nuestra propia ignorancia.

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