Lo obvio muchas veces está errado. ¿Quieres ir más allá? Te recomendamos dos artículos de AlgoPoco que te enseñarán cómo hacerlo. Además, te contamos sobre el efecto del punto azul, otro engaño que nos hace, cotidianamente, nuestra mente.
Sobre las consecuencias no intencionadas. Cuando realizamos una acción lo hacemos porque visualizamos una consecuencia. Esa consecuencia es, muchas veces, la que nos mueve a la acción. Sin embargo, es muy común que fallemos el análisis y tomemos decisiones que nos conducen, finalmente, a lugares muy diferentes de aquellos a los que apuntábamos originalmente. Las consecuencias no intencionadas nos sorprenden y muchas veces nos desvían de nuestros objetivos.
Más allá de lo obvio: pensar la segunda (y la tercera, y la cuarta…) derivada. Cuando resolvemos un problema podemos estar creando, sin darnos cuenta, otro problema. Y este nuevo problema puede ser peor que el inicial. Pensar la segunda derivada consiste en examinar las consecuencias no deseadas de nuestras decisiones antes de actuar. A esto se le llama usar el pensamiento de segundo orden o de orden superior, en contraposición al pensamiento de nivel inferior.
El efecto del punto azul sugiere que nuestra mente está condicionada para buscar amenazas y problemas, independientemente de lo seguro o cómodo que sea nuestro entorno. Cuanto mejores se ponen las cosas, más sensibles nos ponemos frente a los problemas pequeños. Nuestras mentes amplifican los problemas para adaptarse al nivel de estrés que esperamos experimentar. El éxito y el progreso material no necesariamente nos relajan ni nos hacen sentir mejor acerca de nuestro futuro. El efecto del punto azul está intimamente ligado a la paradoja del progreso.