Daniel Kahneman, profesor emérito de piscología en Princeton y premio Nóbel de economía 2002 (junto a Amos Tversky), es un pionero en la ciencia cognitiva. Su libro Pensar rápido, pensar despacio, recoge la investigación de décadas sobre la verdadera manera en que los seres humanos pensamos, incluyendo los sesgos o errores de evaluación que tendemos a cometer y nuestras “cegueras” cognitivas. Una de las falacias que menciona es la llamada falacia narrativa, sobre la que nos referimos en detalle en otro artículo de AlgoPoco. Kahneman ilustra la falacia narrativa recurriendo a la historia de los creadores de Google. Primero, nos entrega el relato persuasivo, que crea la ilusión de inevitabilidad.
Pensemos en la historia de Google, en cómo se convirtió en un gigante de la industria tecnológica. Dos estudiantes creativos en el Departamento de Informática de la Universidad de Stanford idearon un sistema mejor de búsqueda de información en internet. Buscaron y obtuvieron financiación para fundar una compañía y tomaron una serie de decisiones que rindieron sus frutos. En pocos años, la empresa que crearon es una de las más cotizadas de Estados Unidos, y aquellos dos estudiantes se cuentan hoy entre las personas más ricas del planeta. En una ocasión que se haría memorable tuvieron una inmensa suerte, lo cual hace que su historia sea aún más persuasiva: al año de haber fundado Google, quisieron vender su compañía por menos de un millón de dólares, pero el comprador consideró el precio demasiado elevado. La sola mención de esta anécdota hace más fácil subestimar las múltiples formas en que la suerte determinó el resultado final.
Una historia detallada especificaría las decisiones de los fundadores de Google, pero para nuestro propósito basta con decir que casi todas las decisiones que tomaron dieron buen resultado. Un relato más completo describiría las acciones de las empresas que Google derrotó. Los desventurados competidores aparecerían como ciegos, lentos y por completo ineptos en relación con aquella amenaza que finalmente los arrollaría.
Daniel Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio
La explicación del éxito de Google: una historia falaz
Esta historia, nos cuenta el premio Nóbel, es una buena historia contada de una manera bastante esquemática. Si la hubiera desarrollado en mayor detalle, nos habría dejado la sensación de que entendemos qué es lo que hizo que Google tuviera aquel éxito; también sentiríamos que hemos aprendido una valiosa lección general sobre lo que hace que cualquier negocio fructifique. Sin embargo, esta sensación es falaz.
Desafortunadamente, hay buenas razones para creer que nuestra sensación de haber entendido y aprendido de la historia de Google es en gran medida ilusoria. La prueba última de la validez de una explicación es si ésta hubiera hecho predecible el acontecimiento. Ninguna historia del improbable éxito de Google podría someterse a esta prueba, puesto que ninguna historia puede incluir las miríadas de eventos que hubieran producido un resultado diferente.
Daniel Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio
Tal como te mostramos en el artículo del sesgo del superviviente, muy relacionado con la falacia narrativa, son muchos los emprendedores altamente inteligentes y motivados que dejaron sus estudios para trabajar en un garaje pero fallaron. Eso es lo que Kahneman quiere que comprendamos en el ejemplo de Google. Si tuviésemos en cuenta esa información en nuestro análisis, descubriríamos cómo la mayor parte de las historias que construimos son tremendamente imperfectas. Estas historias presentan nexos causales entre un grupo de elementos significativos y notorios, y un determinado desenlace. Pero lo más común es que dichos elementos no basten para explicar, y menos predecir, los desenlaces.
Nuestra reticencia a aceptar el azar
El premio Nóbel se refiere luego a nuestra reticencia a aceptar el azar. Nos cuesta reconocer, dice Kahneman, que gran parte de nuestros éxitos -y los de Google- se deben nada más que a la suerte.
La mente humana no tolera los fiascos. El hecho de que muchos de los acontecimientos producidos implicaran elecciones nos mueve aún más a exagerar el papel de las aptitudes y subestimar la parte de suerte en los resultados. Como todas las decisiones críticas dieron buen resultado, el historial sugiere una presciencia casi perfecta, pero la mala suerte pudo haber trastocado alguno de los pasos que condujeron al éxito. El efecto halo da el último toque: un aura de invencibilidad envuelve a los protagonistas de la historia.
Daniel Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio
Google y el piragüista
Para clarificar más su punto, Kahneman compara el proceso de creación de Google con las hazañas de un piragüista que desciende por un río sorteando uno a uno los peligrosos rápidos. Ambos ejemplos se asemejan en la emoción y el constante riesgo de ruina. Sin embargo, el autor nota una diferencia instructiva entre ambos casos:
El piragüista ha pasado por los rápidos cientos de veces. Ha aprendido a reconocer los peligros de las aguas revueltas delante de él y a anticipar los obstáculos. Ha aprendido a hacer los cambios de postura pertinentes para mantenerse a flote. Los jóvenes tienen pocas oportunidades de aprender a crear una compañía gigante, y pocas ocasiones de evitar los escollos ocultos, de introducir una brillante innovación en una empresa que compite con otras. Es evidente que en la historia de Google hubo mucha aptitud, pero la suerte desempeñó en el acontecer real un papel más importante de lo que se supone cuando es contada. Y cuanto mayor es la suerte, tanto menos hay que aprender.
Daniel Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio
La falacia narrativa y WYSIATI
El ejemplo de la historia que nos contamos sobre las causas del éxito de Google cumple a la perfección con la regla WYSIATI (lo que ves es todo lo que hay). Esta regla fundamental de la cognición se refiere a nuestra tendencia a ignorar completamente nuestra ignorancia. Ella explica las falencias e incompletitudes de nuestras historias. Sigue Kahneman refiriéndose a aquello:
La limitada información de que disponemos no puede bastarnos, porque en ella no está todo. Construimos la mejor historia posible partiendo de la información disponible, y si la historia es buena, la creemos. Paradójicamente, es más fácil construir una historia coherente cuando nuestro conocimiento es escaso, cuando las piezas del rompecabezas no pasan de unas pocas. Nuestra consoladora convicción de que el mundo tiene sentido descansa sobre un fundamento seguro: nuestra capacidad casi ilimitada para ignorar nuestra ignorancia.
Daniel Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio
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