La falacia narrativa, término acuñado por Nassim Taleb, describe una tendencia humana que nos lleva a ver todos los eventos como historias, con cadenas lógicas de causa y efecto, aun cuando no tengamos la información suficiente y cometamos el error de establecer un nexo causal donde no existe. Las historias nos ayudan a dar sentido al mundo. Sin embargo, si no somos conscientes de nuestra tendencia a sobreinterpretar, caemos en el autoengaño de creer que entendemos el mundo más de lo que realmente alcanzamos a comprenderlo.
La patronicidad es un rasgo evolutivo
Nuestra tendencia a crear significado a partir, incluso, de eventos aleatorios, es innata. El escritor de ciencias Michael Shermer llama patronicidad (patternicity en inglés) a esta anhelosa búsqueda de patrones que nos caracteriza. La patronicidad es un rasgo que resulta de millones de años de presiones evolutivas a medida que nuestros antepasados desarrollaron los cerebros que tenemos hoy. Es un rasgo que fue muy funcional para nuestros antiguos predecesores cazadores-recolectores.
Shermer explica que aquellos que interpretaron un susurro en la hierba como si fuera un depredador peligroso tenían más probabilidades de sobrevivir que sus compañeros más escépticos, incluso si el susurro era simplemente el viento. Esto se debe a que el costo de estar equivocado sobre el depredador (es decir, creer en la amenaza cuando era solo el viento) es prácticamente nulo. El costo de la falla opuesta, es decir de no responder frente al susurro, creyendo que “no es nada, solo el viento”, cuando realmente es un depredador, es devastador.
En estadística, diríamos que en el primer ejemplo se comete un error Tipo II (reaccionar frente a una hipótesis que es falsa – creer en un nexo causal erróneo) y en el segundo, de un error Tipo I (es decir, no reaccionar frente a una hipótesis que es verdadera – no creer en un nexo causal que sí existe). Nuestra tendencia natural a sobreidentificar patrones no es más que una adaptación evolutiva a preferir errores tipo II.
Cuando existe una posible amenaza a la supervivencia, cometer un error tipo II (reaccionar frente a una amenaza que es ilusoria) es mucho más inocuo que cometer un error tipo I (no reaccionar frente a una amenaza que es real). Lo anterior, porque quien tiene la tendencia a cometer el error Tipo I, muere y deja de transmitir sus genes. Quien tiene la tendencia a cometer errores tipo II sobrevive y traspasa sus genes a las futuras generaciones De esa manera se perpetúa esa inclinación natural a establecer nexos causales, asignando significado a los eventos incluso antes de poseer la información suficiente como para tener razón.
Por eso nos sentimos tan incómodos en ausencia de una explicación de los eventos que presenciamos y siempre buscamos asignar causas a nuestras observaciones. El error de creer en un nexo causal equivocado nunca ha hecho peligrar a una especie. La falla opuesta, sí.
En el video, Michael Shermer nos explica la patronicidad, esa tendencia tan humana al autoengaño.
La falacia narrativa
En su libro El Cisne Negro, Nassim Taleb se refiere extensamente a nuestra tendencia a sobreidentificar patrones. Para ilustrar la falacia narrativa, entrega un ejemplo que le ocurrió a él mismo. En una conferencia, Taleb se enfrascó en una animada discusión con un profesor que había leído su primer libro, ¿Existe la suerte?, donde se promueve, entre otras cosas, la idea de que nuestra mente tiene al error de crear más nexos causales de los que la realidad objetiva respaldaría. El profesor felicita a Taleb por la capacidad de análisis demostrada en el libro, y la asocia al hecho de que el autor nació en el Líbano. Le dice:
… de haber crecido usted en una sociedad protestante, donde se predica que el esfuerzo va unido a la recompensa, y se subraya la responsabilidad individual, nunca habría visto el mundo de ese modo. Usted supo ver la suerte y separar las causas y el efecto gracias a su herencia ortodoxa del Mediterráneo
Nassim N. Taleb, El Cisne Negro
Pero Taleb, escéptico y conciente de los alcances de la falacia narrativa, decide investigar si la asociación que realizó el profesor es real o simplemente una farsa. Porque historias como la que ofrece el profesor nos entregan una secuencia racional que afecta nuestra comprensión de la realidad y nos ayudan a dar sentido a nuestras propias vidas. Además, con frecuencia nos hacen creer que podemos predecir el futuro. Pero en general no son correctas. Y eso es lo que concluye Taleb en este ejemplo.
«¿Cómo sé que este recurso a los orígenes es falso? Hice mi propia prueba empírica y comprobé cuántos operadores de Bolsa de origen similar al mío, y que tuvieron la experiencia de la misma guerra se convirtieron en empiristas escépticos, y de veintiseis, no encontré a ninguno»
Nassim N. Taleb, El Cisne Negro
En efecto, el profesor que acababa de elogiar la idea de falacia narrativa expresada en ¿Existe la suerte?, no pudo evitar cometer el mismo error en la conversación con el propio Taleb.
El origen de la superstición
La falacia narrativa, esa trampa mental que nos hace atribuir un nexo causal, lineal y discernible, a nuestro conocimiento, es asombrosamente poderosa y muchas veces nos induce a error. Esta tendencia es el origen, por ejemplo, de la superstición.
La historia humana está llena de narraciones y mitos elaborados para explicar las tragedias que han ido ocurriendo. En los tiempos de la antigua Grecia y Roma, por ejemplo, se contaban historias para explicar el hambre, las plagas y los fracasos militares. Todo esto, antes de alcanzar nuestra actual comprensión del mundo con la teoría de los gérmenes, las placas tectónicas o los principios de meteorología. En ese entonces, en ausencia de explicaciones alternativas, tenía sentido culpar de tales eventos a dioses vengativos. ¿De qué otra manera se podía dar sentido a tales tragedias? El ser humano, como ya vimos, es reacio a quedarse tranquilo con un «no sé«.
No solo los humanos tienen tendencias a atribuir patrones en exceso. El origen evolutivo de esta tendencia al error de la sobreidentificación de nexos causales, también se evidencia en animales, por ejemplo, en las palomas.
Hace más de 50 años, V. F. Skinner identificó rasgos supersticiosos en un grupo de estas aves. Te dejamos con este sorprendente video que cuenta la reacción de las palomas a un patrón aleatorio de alimentación.
El desafío: Separar la señal del ruido
El concepto de señal y ruido es una metáfora muy útil para hablar de la información que nos rodea. En ciencia, se habla de ruido para generalizar un fenómeno que va más allá del sonido en sí. Es el fenómeno de la información aleatoria, que es totalmente inútil para cualquier propósito, y que necesitas limpiar para darle sentido a lo que estás percibiendo. El ruido, entonces, consiste en los elementos sin valor que oscurecen la información auténtica. La señal, por otro lado, representa aquello que tiene contenido de realidad, significado concreto.
La falacia narrativa y el exceso de ruido no hacen un buen match. Ya aprendimos que es común que los humanos sobrerreaccionemos al ruido: no somos nada de buenos filtrando información. Entonces, cuando aumenta el volumen de información disponible, nuestra escasa capacidad para separar lo relevante de lo irrelevante se ve aún más comprometida. Ponemos demasiado énfasis en los datos irrelevantes y perdemos de vista lo que es realmente importante. AlgoPoco desarrolló un artículo con recomendaciones para enfrentar el desafío de separar la señal del ruido con sugerencias útiles para navegar en el mundo de hoy, tan cargado de información. Te recomendamos revisarlo.
¿Quieres seguir aprendiendo sobre la falacia narrativa? Nuestro artículo Kahnemann y Google, sobre la falacia narrativa la ilustra recurriendo a la historia de los creadores de Google. Si quieres conocer más sobre los sesgos que limitan nuestra cognición, te dejamos un listado de los artículos de AlgoPoco al respecto.