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Ad hominem: un argumento falaz

El argumento o falacia ad hominem, que en latín significa «al hombre», es el recurso que busca rebatir un argumento mediante el ataque a la persona que lo formula y no al propio argumento. Se trata de una falacia lógica informal.

La estructura lógica de un argumento ad hominem es la siguiente:

1. La persona A hace una afirmación X.
2. La persona B ataca a la persona A.
3. Por lo tanto, X es incorrecto.

A partir de esta estructura lógica nos queda claro por qué la llamamos una falacia. Es incorrecto concluir que la verdad o la falsedad de X esté vinculada con la persona que argumenta en su favor. Lo correcto es discutir sobre X propiamente tal, independientemente del autor de la proposición. Si no logramos demostrar la falsed de una proposición con argumentos, entonces no podemos demostrar su falsedad en absoluto.

Quienes recurren a este tipo de argumentación falaz cuestionan la veracidad de un argumento fundamentándose en su procedencia. No refutan el argumento, sino que lo atacan por algún factor referente a la tendencia política, color de piel, género u origen de quien lo defiende.

argumento ad hominem

La falacia ad hominem sólo se aplica a los intentos de desacreditar (o reforzar) un argumento haciendo referencia a la persona que lo presenta. Pero no siempre que hacemos referencia al autor de un argumento estamos incurriendo en esta falacia. Por ejemplo, en los casos judiciales, los abogados suelen referirse al carácter de una persona para sostener que esta dice la verdad (o no). En un caso de ad hominem, en cambio, se discute el carácter de la persona para sostener la razonabilidad de sus argumentos.

Estos son algunos de los argumentos ad hominem más comunes, con ejemplos:

Ataque personal o ad hominem abusivo

Consiste en atacar a la persona que presenta el argumento, en lugar de atacar el propio argumento, cuando el ataque a la persona es completamente irrelevante para el argumento que la persona presenta. Este es uno de los ejemplos más comunes de argumentos ad hominem.

Carlos: "Creo que el cambio climático es el tema más importante de nuestro tiempo y todo el mundo debería reconocerlo".
Raquel: "Ni siquiera fuiste a la universidad, así que nadie debería escucharte".

Falacia del tu quoque

Pedro: "Hiciste trampa en tu declaración de impuestos a la renta. ¿No te das cuenta de que eso está mal?"
Rebeca: "Hey, espera un minuto Pedro. Tú hiciste trampa en tu declaración de impuestos a la renta el año pasado. ¿O te olvidaste de eso?"

Tu quoque significa en latín «tú también» o “tú más”. Tu quoque es un tipo de argumento ad hominem en el que una persona acusada devuelve una acusación a su acusador, creando así una falacia lógica.

En otras palabras, la falacia se produce cuando se busca rebatir una proposición argumentando que el comportamiento de quien la propone es contrario a lo que está proponiendo. Aunque es una buena forma de poner de manifiesto la hipocresía, tu quoque no es una refutación. El hecho de que alguien no cumpla con su deber no significa que lo que diga sea falso.

Apelación a la autoridad

La apelación a la autoridad es un ad hominem inverso en el que se utilizan las credenciales de otra persona para reforzar un argumento. Esencialmente, se argumenta que una afirmación es verdadera simplemente porque alguna autoridad lo cree así. Se le denomina también Argumentum ad Verecundiam. A continuación te dejamos cuatro ejemplos de este ad hominem inverso:

María: “La raíz cuadrada de 2 es irracional porque así lo dijo Euclides”
José: “El cielo es celeste, porque así lo dice Newton”
Patricia: “Conozco doctores que recomiendan la homeopatía. Entonces, la homeopatía es curativa”
Daniel: “No creo en Dios. Richard Dawkins es ateo y es muy inteligente”

Analicemos el último de los ejemplos. En lugar de basarse en argumentos contra la existencia de Dios, Daniel se apoya en la autoridad de otra persona que, como él, no cree en Dios. En ningún momento se ocupa del argumento en sí. Arthur Schopenhauer resume cómo se puede utilizar eficazmente este argumento ah hominem de apelación a la autoridad contra tus oponentes en una discusión:

El argumentum ad verecundiam … En lugar de razones, se utilizarán autoridades, escogidas a la medida del adversario… Por eso, tiene uno el juego más fácil cuando hay de su parte una autoridad respetada por el adversario. Y para este habrá más autoridades válidas cuando sus conocimientos y sus capacidades sean más limitadas.

Arthur Schopenhauer, El arte de tener la razón

Schopenhauer recomienda citar autoridades oscuras para impresionar a los indoctos. Sin embargo, lógicamente, el reconocimiento de autoridades sólo tiene alguna relevancia cuando la autoridad es un experto en el campo que se cita.

Otro tipo de apelación defectuosa a la autoridad es la apelación a la mayoría. Esto ocurre cuando una persona argumenta que una afirmación debe ser cierta simplemente porque la mayoría de la gente lo cree. Pero, por supuesto, el hecho de que la mayoría de la gente crea algo no significa que sea cierto.

Miguel: “La mayoría de la gente apoya la pena de muerte, por lo tanto la pena de muerte es un buen método para combatir la delincuencia”

La historia está repleta de ejemplos en los que la mayoría estaba totalmente equivocada. Al fin y al cabo, la verdad no se decide por votación.

¿Cómo combatir las falacias Ad Hominem?

Las grandes mentes están preparadas para rebatir los argumentos ad hominem, cuyo objetivo es rebajar el nivel de la discusión desde una centrada en las ideas a una centrada en las personas.

La mente robusta reconoce al sofista que recurre a este tipo de retórica como alguien que no está interesado en encontrar la verdad. Porque la verdad se haya en la inspección profunda de las ideas, y el sofista en cambio, mediante trucos retóricos, solo busca desviar la atención hacia niveles más superficiales de discusión.

Si observamos que el adversario hace uso de un argumento tan solo aparente y sofístico … En realidad no se trata de la verdad sino de la victoria.

Arthur Schopenhauer, El arte de tener la razón

El mismo Schopenhauer nos recomienda, en ese caso, “abatirlo con otro argumento igualmente sofísitico y aparente.” Recomienda quitarle la fuerza a un argumento ad hominem con un contrargumento también ad hominem. De esa manera, el debate será más breve. Sin embargo, este método, aunque quizá nos permita salir victoriosos, nos alejará de la discusión de las ideas.

Retoricas.com nos recomienda tratar de defender nuestro punto apelando al razonamiento, sacando a la luz el carácter capcioso e ilusorio del argumento ad hominem. Cuando hay ataque personal, tu respuesta se vería así:

"Si has terminado con tus insultos, me gustaría escuchar tus razonamientos"

Asimismo, cuando detectes una apelación a la autoridad, basta con recordarle a tu interlocutor que se encuentran discutiendo ideas y no personas:

“La verdad es la verdad, la diga el Einstein o un pordiosero”
“Una tontería es una tontería la digas tú o la diga el Papa”

Y cuando detectes un tu quoque recuérdale al adversario que la discusión no se trata de compararse sino de identificar lo que es correcto.

"Olvida que lo he dicho yo. Supongamos que lo dice otro. ¿Cuáles serían tus razones para rechazar lo que propongo?"
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