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El Enigma Spinoza: sobre la banalidad del mal (y el pensamiento como antídoto)

El pensamiento reflexivo y la banalidad -o falta de profundidad- son dos conceptos opuestos. Así lo retrata espléndidamente el psiquiatra Irving Yalom en su novela histórica El Enigma Spinoza. En ella, el conocido psiquiatra y novelista se adentra en la sicología de dos personajes históricos de gran relevancia:  Bento Spinoza, filósofo del siglo XVIII, y Alfred Rosenberg, uno de los principales ideólogos de la “solución final” nazi. Spinoza representa el pensamiento y Rosenberg la banalidad, la misma banalidad descrita ahora por la filósofa Hannah Arendt al perfilar, en su clásico Eichmann en Jerusalén, a otro fiel discípulo de Hitler, Adolf Eichmann.

El Enigma Spinoza es una novela. Yalom se dá todas las licencias narrativas, imagina diálogos, construye escenas. Pero su fidelidad a los personajes es total. El texto se construye íntegro a partir de la evidencia histórica de ambos personajes. El resultado es fenomenal ya que logramos introducirnos en la filosofía de Spinoza y la ideología de Rosenberg, en un relato repleto de contexto.

La soledad de Spinoza

La soledad de Spinoza, el racionalista judío, que cuando tenía solo 24 años fue expulsado de la sociedad judía, está retratada con maestría.

Bento Spinoza el filósofo
Bento Spinoza

El extracto siguiente recoge las palabras de consuelo de Bento Spinoza a Franco, otro judío que, en la novela, le confiesa sus dudas sobre dogma bíblico:

Tener esos pensamientos y creer que eres el único. Sentirte solo en tu duda. Eso debe ser aterrador.

Irving Yalom, El Enigma Spinoza

Criado en la comunidad judío-portuguesa de Ámsterdam, Spinoza desarrolló ideas muy controvertidas con respecto a la autenticidad de la Biblia hebrea y la naturaleza de Dios. Por lo tanto, en 1656, cuando tenía solo 24 años, las autoridades religiosas emitieron un cherem en su contra, provocando su expulsión de la sociedad judía. Miradas en retrospectiva, las ideas religiosas de Spinoza no estaban injustificadas, situación que, de acuerdo con Yalom, el judaísmo fue aceptando a través de los años. Es que Spinoza argumentaba con una lógica sin par. En uno de los momentos de la novela, lo descubrimos argumentando en la misma línea que Diágoras en nuestro artículo sobre el sesgo del superviviente, esta vez sobre la veracidad de los milagros reportados en la Biblia.

-¿Entonces cómo puedes explicar estos hechos inusuales que ocurren precisamente en el momento adecuado, cuando el pueblo judío estaba en peligro?

– Comenzaré recordándote los millones de momentos, precisamente adecuados, en los que los milagros no ocurren, cuando los individuos más piadosos y virtuosos en situaciones de gran peligro gritan pidiendo ayuda y solo les responde el silencio.

Irving Yalom, El Enigma Spinoza

Esa soledad que acompañaba al exiliado Spinoza, sin embargo, fue el precio de su libertad para pensar. Por ello el filósofo pudo dedicar su vida a escribir y publicar sus libros, incluida la Ética, considerada su obra maestra. Spinoza es leído y respetado hoy día como uno de los principales filósofos de su siglo y más.

Alfred Rosenberg y la banalidad del mal

De manera paralela, ahora en la Europa de principios del siglo XX, Yalom nos presenta a su segundo personaje: Alfred Rosenberg. Las reflexiones del siquiatra sobre la siquis del monstruo, ideólogo del antisemitismo, rebosan de comprensión y piedad por un alma desprovista de autoestima y capacidad de análisis.

Alfred Rosenberg, ideólogo de la solución final
Alfred Rosenberg

Yalom describe a Rosenberg como una personalidad débil, dependiente de la aprobación del grupo y con una cognición poco desarrollada. Al describir al nazi, el autor conviene que la maldad es una atribución profundamente humana, y que surge de la debilidad y de las heridas sicológicas. Muy en la línea de la hipótesis de la banalidad del mal, de Hannah Arendt, que deriva de un profundo análisis de la personalidad de otro criminal nazi, Adolf Eichmann:

Lo más grave, en el caso de Eichmann, era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales. Desde el punto de vista de nuestras instituciones jurídicas y de nuestros criterios morales, esta normalidad resultaba mucho más terrorífica que todas las atrocidades juntas, por cuanto implicaba que este nuevo tipo de delincuente […] comete sus delitos en circunstancias que casi le impiden saber o intuir que realiza actos de maldad.

Hannah Arendt. Eichmann en Jerusalén

Pensamiento y banalidad

Las historias de Rosenberg y Spinoza se cruzan en la novela de Yalom porque el nazi descubre que uno de sus ídolos intelectuales, Goethe -ídolo y orgullo intelectual de todo alemán, por lo demás- admira la obra del judío Spinoza. ¿Cómo puede ser que Goethe, uno de los más grandes filósofos de la cultura alemana, rinda homenaje a un vil judío? Esa es la pregunta que Rosenberg intenta resolver a lo largo de la obra.

Pensar, realmente pensar era una tarea muy dura, como mover pesados baúles en el ático. En cambio, Alfred se hizo cada vez más adepto a la supresión. Buscaba atajos. Se lanzó de cabeza a muchas actividades. Sobre todo, se persuadió a sí mismo de que la fuerza de las convicciones eliminaba la necesidad de las preguntas.

Irving Yalom, El Enigma Spinoza

A lo largo de la novela, el autor y psiquiatra Irving Yalom va develando dos historias psicológicas contrapuestas. La una de Spinoza, el filósofo que es capaz de sacrificar su vida y sus principios en la persecución del conocimiento y la verdad; y la otra, de Rosenberg, el personaje que, a vista y paciencia de sus rotundos errores lógicos, decide dejar de lado la razón para buscar ciegamente la pertenencia a un grupo.  

En estilo novelesco y sin grandes tesis, solo en un recorrido humano magistral, los lectores podemos extraer el principal mensaje que esta obra nos entrega. Y es sobre la banalidad, o falta de profundidad, esa que repele a Bento Spinoza pero somete a Alfred Rosenberg. Las monstruosidades humanas se construyen a punta de banalidad. Si quieres apartarte de ese camino, basta que te decidas a pensar.

¿Te interesa profundizar más? Puedes leer nuestro artículo sobre la banalidad (superficialidad o liviandad) de los verdugos de la historia. Allí encontrarás cómo grandes autores como Aleksandr Solzienitzn, Hannah Arendt y  Svetlana Alexievich describen a los verdugos del sXX. El fin de la era de la razón, por otro lado, retrata una época que se parece escalofriántemente a la actual.