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Separar la señal del ruido, uno de los desafíos de la era de la (des)información

El siglo XXI ha traído consigo un enorme desarrollo tecnológico, especialmente en lo que se refiere a las comunicaciones. La cantidad de información y de desinformación a la que estamos expuestos día a día alcanza niveles inimaginados. Esto significa también que hoy día nuestra exposición a información equívoca es máxima, dejándonos cada vez más susceptibles a los engaños y la manipulación.

Hay mucho ruido procedente de los medios de comunicación y una glorificación de lo anecdótico. Gracias a esto vivimos cada vez más en una realidad virtual separada del mundo real y cada vez nos damos menos cuenta.

Nassim Nicholas Taleb. Antifrágil

Uno de los desafíos en esta era consiste en aprender a reconocer el conocimiento verdadero del conocimiento falso. Veremos, en este artículo, que según se va incrementando la información disponible, mayor es la posibilidad de que nos engañemos, creyendo verdadero lo que no lo es. Esa es una trampa que nos puede llevar a cometer errores, por lo que hay que tenerla a la vista y compartirla con pensamiento crítico y estableciendo filtros propios a esa avalancha de información que nos rodea.

Uno de los riesgos más generalizados de la era de la información es que, a medida que crece la cantidad de conocimiento existente en el mundo, se ensancha la brecha entre lo que sabemos y lo que creemos saber.

Nate Silver, La señal y el ruido

La metáfora de la señal y el ruido

Quienes tienen la suficiente edad como para recordar los aparatos de televisión analógicos, recordarán estas imágenes:

Cuando la antena lograba recoger una señal potente, la imagen de la TV se veía impecable. Cuando la señal era más débil, se colaba el ruido, o interferencia. En el extremo, un aparato de TV que no recogía señal alguna mostraba en su pantalla solamente ruido blanco.

El concepto de señal y ruido es una metáfora muy útil para hablar de la información que nos rodea. En ciencia, se habla de ruido para generalizar un fenómeno que va más allá del sonido en sí. Es el fenómeno de la información aleatoria, que es totalmente inútil para cualquier propósito, y que necesitas limpiar para darle sentido a lo que estás percibiendo. El ruido, entonces, consiste en los elementos sin valor que oscurecen la información auténtica. La señal, por otro lado, representa aquello que tiene contenido de realidad, significado concreto.

La falacia narrativa y el exceso de ruido no hacen un buen match

De acuerdo con la metáfora anterior, el ruido es lo que debemos ignorar, mientras que aquello a lo que debemos prestar atención está contenido en la señal.

Sin embargo, es común que los humanos sobrerreaccionemos al ruido. Ya lo vimos en el artículo sobre la falacia narrativa: tenemos una tendencia biológica que nos induce a identificar patrones incluso donde no los hay. Esta tendencia se explica como parte de nuestro proceso evolutivo.

Los seres humanos no somos nada de buenos filtrando información. Entonces, cuando aumenta el volumen de información disponible, nuestra escasa capacidad para separar lo relevante de lo irrelevante se ve aún más comprometida. Ponemos demasiado énfasis en los datos irrelevantes y perdemos de vista lo que es realmente importante.

En un mundo rebasado de estímulos informativos, entonces, el ruido a partir del cual podemos hacer esas inferencias equivocadas hacia la que nuestra naturaleza nos inclina, es máximo. Nassim Taleb nos explica el fenómeno sicológico con una graciosa analogía que describe en lo que nos convertimos cuando nos sumergimos en este mundo de ruido:

Imaginemos a una de esas personas a las que en el habla cotidiana calificamos de neuróticas. Enjuta y nervuda, tiene el gesto crispado y habla con voz entrecortada. Cuando trata de expresarse mueve el cuello. Si le sale una espinilla su primera reacción es dar por hecho que es cancerígena, que el cáncer es mortal y que ya se ha difundido por los nodos linfáticos. Su hipocondría no se limita a la salud: si su negocio sufre un pequeño percance reacciona como si se hallara al borde de la quiebra. En la oficina está pendiente del más mínimo detalle y convierte cualquier nimiedad en una montaña. Lo último que uno desea en la vida es estar en el mismo coche que ella cuando se ve en un atasco de camino a una cita importante. En lugar de reaccionar a las cosas, sobrerreacciona. De hecho, el verbo «sobrerreaccionar» fue creado pensando en ella. […]

Toda la información a la que estamos expuestos gracias a la modernidad convierte a las personas ecuánimes […] en neuróticas. A efectos de este debate, las personas ecuánimes solo reaccionan a información real y las neuróticas reaccionan principalmente al ruido.

Nassim Nicholas Taleb. Antifrágil

Las personas ecuánimes se transforman en neuróticas, nos dice Taleb, debido al exceso de información a la que estamos expuestos hoy en día. Entonces, cada vez habrá menos personas que reaccionen a información real (señal) y más del tipo de aquellas que reaccionan principalmente al ruido. Todo lo anterior implica un enorme incremento en la tasa de error, con consecuencias que a veces pueden ser desastrosas para nosotros y quienes nos rodean.

Y lo anterior no ocurre sólo en el ámbito de lo personal. También ocurre en al ámbito profesional, ya sea en las empresas, en la política, o en el gobierno. Una institución que tiene gran cantidad de datos tiene mayor probabilidad de reaccionar de forma exagerada y confundir el ruido con la información. Por ende, está más expuesto a cometer errores.

Para poder identificar mejor la verdadera señal, debes informarte menos

Nuestra costumbre diaria, siempre, es consumir más y más información, desde diversas fuentes y medio. Seguimos incrementando nuestra exposición a «lo que se dice ahí afuera» porque creemos que, cuanta más información consumamos, más señal consumiremos. Pero eso es una ilusión: mientras más información consumimos, también es mayor la ratio entre el ruido y la señal. En otras palabras, la ganancia en señal es mínima, mientras que la ganancia en distorsión es sustantiva. Sumando y restando: el exceso de información nos deja peor. Así lo explica Nassim Taleb:

Cuantos más datos miremos, más desproporcionada será la cantidad de ruido que obtengamos (en lugar de lo valioso, la señal) y mayor será la proporción entre ruido y señal. Y esto causa una confusión que no tiene nada de psicológica, sino que es inherente a los datos en sí. Digamos que, una vez al año, miramos los datos sobre los precios de la bolsa, o de las ventas de fertilizante de la fábrica de nuestro suegro, o de la inflación en Vladivostok. Supongamos también que, para eso que observamos una vez al año, la proporción entre señal y ruido sea aproximadamente de uno a uno (más o menos la mitad ruido y la mitad señal): esto significa que cerca de la mitad de los cambios reflejan verdaderos avances —o retrocesos— y que la otra mitad se deben al azar. Esta es la proporción que obtenemos de una observación anual. Pero si miramos los mismos datos cada día, la proporción pasaría a ser de un 95 % de ruido y un 5 % de señal. Y si los miráramos cada hora, como hacen las personas sumergidas en las noticias y las variaciones de los precios del mercado, la proporción sería de un 99,5 % de ruido y un 0,5 de señal. Esto equivale a doscientos veces más ruido que señal y es la razón de que quienes siguen las noticias (salvo en caso de sucesos muy importantes) estén a un solo paso de caer en la tontera.

Nassim Nicholas Taleb. Antifrágil

Separar la señal del ruido, un desafío histórico

La discusión sobre el desafío que nos trae el exceso de información no es reciente ni comienza con internet y las redes sociales. Desde hace mucho que ya había voces que se levantaban y recomendaban aprender a filtrar, descartando la información irrelevante. Esto, porque desde aquellas épocas ya quedaba clara nuestra tendencia a sobre interpretar la información a la que nos exponemos, con la consecuente sobre reacción. (Si quieres aprender más sobre esto, te recomendamos nuestro artículo sobre la falacia narrativa).

Escuchemos a dos grandes de la antigüedad, Seneca y Marco Aurelio. El primero compara el exceso de información con el exceso de comida: algo que se debe evitar porque indigesta y no alimenta:

Disipa la multitud de libros; por ello, si no puedes leer cuantos tuvieres a mano, basta con tener cuantos puedas leer.

«Pero», argüirás, «es que ahora quiero ojear este libro, luego aquel otro». Es propio del estómago hastiado degustar muchos manjares, que cuando son variados y diversos indigestan y no alimentan. Así pues, lee siempre autores reconocidos y, si en alguna ocasión te agradare recurrir a otros, vuelve luego a los primeros.

Seneca, Epístolas Morales a Lucilio

Marco Aurelio, por su parte, nos recuerda que todo lo que nos rodea contiene señal y contiene ruido. Parte importante de pensar bien considera simplemente descartar lo que sobra (el ruido), para así poder rescatar la señal íntegramente.

Conviene, por consiguiente, que en el encadenamiento de tus ideas, evites admitir lo que es fruto del azar y superfluo, pero mucho más lo inútil y pernicioso.

Marco Aurelio, Meditaciones

Mucho más adelante, alrededor de 1900, Sir Arthur Conan Doyle nos regala una saga completa en el que su héroe, Sherlock Holmes, resuelve misterios usando su inefable lógica y capacidad de filtrar lo relevante de lo irrelevante. A continuación dos extractos de cuentos donde Sherlock releva la importancia de separar la señal del ruido en su quehacer investigativo:

Habiendo recopilado estos hechos, Watson, me fumé varias pipas mientras los consideraba, tratando de separar los que eran cruciales de los que tan solo eran circunstanciales…

El hombre encorvado. Las Memorias de Sherlock Holmes

La dificultad estriba en deslindar los hechos, los hechos absolutos e innegables, de los aderezos que aportan los teóricos y los periodistas. Partiendo de esta sólida base, nuestra obligación es ver qué conclusiones podemos sacar y cuáles son los puntos especiales sobre los que gira todo el misterio.

Estrella de Plata. Las Memorias de Sherlock Holmes

En el siglo XXI, los llamados para contener la avalancha informativa son  incontables. Poco a poco se han ido documentando los perjuicios de la sobreexposición a las redes sociales, el desafío de identificar las noticias falsas, de desconectarnos por un segundo y descansar del bombardeo constante de información. Lamentablemente, los incentivos para detener la avalancha no están puesto en los emisores de información, por lo que los filtros debemos ponérnoslos nosotros, los consumidores.

Hay días en que los periódicos deberían tener solo dos líneas y otros en que deberían tener doscientas páginas en proporción a la intensidad de la señal. Pero, claro, quieren ganar dinero y necesitan vendernos «comida basura».

Nassim Nicholas Taleb. Antifrágil

Recomendaciones

En general las señales significativas llegan a puerto sin que uno las busque. El dicho “no news, good news”, que en español significa “no tener noticias es una buena señal”, resume esa inteligencia popular. Las noticias negativas (o, en general, las noticias importantes) se harán un espacio, las busquemos o no. Entonces, ¿por qué estar tan pendientes?

Una buena recomendación en esta era de ruido es hacernos un espacio para la desconexión. Es muy probable que de esa manera nuestro cerebro estará mejor preparado para filtrar adecuadamente, en los momentos en los que de verdad aquello sea necesario.

Finalmente, debemos recalcar cómo, frente a esta realidad de sobreinformación, el buen uso del pensamiento crítico pasa a tener mayor relevancia que nunca. Cuando las personas no adquieren herramientas de juicio e interpretan la información que los rodea solamente en base a sus emociones y deseos, queda plantada la semilla para la manipulación.