El pensamiento científico no está reservado para personas con delantales blancos y tubos de ensayo, y su uso no requiere trabajar duro durante años con un microscopio. Las hipótesis científicas tienen lugar tanto en nuestras vidas como en el laboratorio, y podemos informar nuestras decisiones diarias con experimentos.
Una de las características principales del científico es que está todo el tiempo revisando sus concepciones, sus ideas y sus creencias. Y si las revisiones le arrojan evidencia de que está equivocado, pues cambia su manera de pensar. El científico tiene la mente abierta y su fin es llegar a la verdad objetiva concreta, no a su verdad subjetiva ni a las ideas que ha defendido en el pasado. ¿Qué tal si, en el día a día, todos fuéramos un poco más científicos? Mejoraría la convivencia, ciertamente, y cada uno de nosotros tomaría mejores decisiones y progresaría mucho más rápido.
Cuatro modelos mentales que adoptamos en el día a día
Todos los días, mientras pensamos y hablamos, cuando expresamos o recibimos una idea, operamos, según Philip Tetlock, en modo predicador, modo político o modo fiscal. Adam Grant, en su libro Piénsalo otra vez, agrega un cuarto modo, el modo científico.
En cada uno de estos modos tomamos una identidad particular y usamos un determinado conjunto de herramientas.
El predicador: Los predicadores «han visto la luz» y tienen la misión de compartir con la gente normal lo que les ha sido revelado. Sus ideas son sagradas y no se pueden discutir, su misión es que todos sepan cuál es la «Gran Verdad». Entramos en modo predicador cuando nuestras creencias sagradas están en peligro: damos sermones para proteger y promover nuestros ideales.
El fiscal: Las personas que enfrentan una conversación con esta mentalidad tratan de demostrar que tienen razón al destruir el argumento de su oponente mediante una lógica fría, paso a paso. Buscan que su posición sea ganadora. Entramos en modo fiscal cuando reconocemos fallas en el razonamiento de otras personas: reunimos argumentos para demostrar que están equivocados y ganar nuestro caso.
El político: El político busca complacer a su grupo o «electorado». Su objetivo es mantenerse en buena posición con una audiencia en particular, de la que desea apoyo, y luego argumentar por puntos que lo ayuden a mantenerse en el poder. Cambiamos al modo político cuando buscamos ganarnos una audiencia: hacemos campaña y presionamos para obtener la aprobación de nuestros electores.
El científico: El científico percibe sus opiniones como hipótesis que necesitan confirmación o refutación. Con esa mentalidad, cambiar de opinión no solo no es débil o vergonzoso, es una señal de progreso. El científico no solo está dispuesto a escuchar nuevos puntos de vista, sino también está ansioso por buscar evidencia que contradiga sus opiniones. Pasamos al modo de pensamiento científico cuando buscamos la verdad: realizamos experimentos para probar hipótesis y descubrir conocimientos.
El siguiente diagrama, adaptado desde Piénsalo otra vez, ilustra las similitudes y diferencias de los diferentes modos de pensar.
El pensamiento científico
Pensar como un científico implica algo más que reaccionar con la mente abierta. Significa ser, activamente, una mente abierta. Requiere buscar las razones por las que podríamos estar equivocados, no las razones por las que debemos tener razón, y revisar nuestros puntos de vista en función de lo que aprendemos. El pensamiento científico privilegia la humildad sobre el orgullo, la duda sobre la certeza, la curiosidad sobre la seguridad.
Para pensar como científico, ¿debes ser un científico?
Ser un científico profesional no garantiza que alguien utilice las herramientas de su formación.
Los científicos se transforman en predicadores cuando presentan sus teorías favoritas como un evangelio y tratan las críticas reflexivas como un sacrilegio. Se adentran en el terreno de los políticos cuando permiten que sus puntos de vista se vean influidos por la popularidad en lugar de la precisión. Entran en modo fiscal cuando están empeñados en desenmascarar y desacreditar, en lugar de descubrir. Después de dar un vuelco a la física con sus teorías de la relatividad, Einstein se opuso a la revolución cuántica: «Para castigarme por mi desprecio a la autoridad, el destino me ha convertido en una autoridad». A veces incluso los grandes científicos necesitan pensar más como científicos.
Adam Grant, Piénsalo otra vez.
Y el uso de dichas herramientas de pensamiento científico tampoco es exclusivo de quienes han estudiado ciencias. Todos quienes están genuinamente interesados por conocer la realidad tal cual es, y que están dispuestos, para ello, a dejar de lado sus preconcepciones y creencias, están actuando como verdaderos científicos.
Es cierto que tener la mente abierta no es algo recomendable en todas las circunstancias. Hay situaciones en las tiene sentido predicar, enjuiciar y hacer política. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, pensar como científicos es algo que nos beneficia. Es en el modo científico que ganamos agilidad mental y que aprendemos a conocer de verdad nuestro entorno.
Sólo quien piensa como científico está abierto a cuestionar sus puntos de vista
Los tres primeros modos de enfrentar la realidad, el modo político, el modo fiscal y el modo predicador, tienen grandes desventajas. En particular, ninguno de ellos dedica tiempo a revisar sus creencias y modificarlas en caso de error. Tal como indica Adam Grant, autor de Piénsalo otra vez, predicar y enjuiciar, nos impide cuestionarnos, re-pensar o revisar críticamente nuestras creencias y cambiar cuando la evidencia es contraria a nuestras preconcepciones. Porque si sabemos que tenemos razón y estamos seguros de que el otro está equivocado, no necesitamos ceder en ninguna de nuestras opiniones o en el conocimiento que tenemos: solo debemos convencer al oponente. Y cuando habitamos el modo político, sonamos mucho más flexibles, pero en realidad solo estamos tratando de ajustar lo que decimos para encajar, sin cambiar realmente nuestras creencias internas.
Por otro lado, repensar y cuestionarse es fundamental para el quehacer del científico. Éste busca estar constantemente al tanto de los límites de su comprensión. Se espera que dude de lo que sabe, sienta curiosidad por lo que no sabe y actualice sus visiones en función de los nuevos datos. Solo en el siglo pasado, la aplicación de principios científicos ha causado un progreso espectacular. Los científicos expertos en biología descubrieron la penicilina. Los científicos espaciales nos enviaron a la luna. Los informáticos construyeron Internet.
Ojalá todos fuéramos un poco más científicos. Si enfrentáramos el mundo con ese nivel de apertura, de seguro mejoraría la convivencia, ya que tendríamos el mutuo interés de encontrarnos en torno a verdades objetivas, que son las mismas para todos. Además, al adquirir un mejor conocimiento de la verdad concreta que nos rodea, podríamos realizar una mejor evaluación de nuestras circunstancias y tomar mejores decisiones. Con más pensamiento científico, el progreso sería mucho más rápido.
¿Por qué es tan importante repensar y reevaluar nuestras creencias? Te invitamos a leer nuestro artículo sobre cuestionarnos, para profundizar en ese tema. Si te interesa profundizar aún más sobre los temas de este artículo te invitamos a leer sobre La humildad confiada como alternativa a la confianza ciega en uno mismo.