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¡Atrévete a pensar, atrévete a saber!

Cuando Immanuel Kant desarrolló su pensamiento filosófico, no esperaba que leyésemos sus escritos cual verdad revelada. Al contrario, el pensador es famoso por el uso, en el ensayo ¿Qué es la ilustración?, de la alocución latina Sapere aude!, que en español significa ¡atrévete a saber! o ¡ten el valor de usar tu propia razón! Kant convoca, de esa manera, a toda la humanidad a reflexionar y examinar críticamente el conocimiento que se nos presenta.

¿La autoridad está en crisis?

«La crisis de autoridad que experimenta occidente es inédita» – se escucha afirmar por todas partes. Pero ¿está en crisis la autoridad? ¿Ya no crees a nadie, ya no sigues a nadie? Cuando adoptas una opinión, ¿cierras los oídos y decides completamente por ti mismo(a)? ¿No lees lo que se dice en los medios, lo que revelan las encuestas, lo que opinan los expertos? En muchos casos, el problema no es la autoridad sino nuestra autoridad. Nuestra autoridad para evaluar de manera autónoma y decidir sin recurrir a otros y, cuando eso no es posible, nuestra autoridad para decidir a quiénes escuchar y seguir.

Se dice que el principio de la autoridad es una de las vías a través de la cual adquirimos saber. Este principio trata simplemente de escuchar a alguien a quien se le asigna poder y conocimiento, y creerle. Al hacerlo, le estamos entregando autoridad.

El principio de la autoridad se opone al método científico ya que este último busca la verdad a través de la observación sistemática y la aplicación de la lógica. Cuando usas el principio de la autoridad, estás omitiendo aquello. Supones, quizá, que la autoridad en la que confías utilizó, en su momento, el método científico para arribar al conocimiento que te está presentando. O que aprendió a golpes a través de años de experiencia, adquiriendo así su sabiduría. A veces, simplemente le crees porque tiene alguna reputación o, simplemente, porque logró persuadirte.

Son tantas las preguntas que nos hacemos todos los días, que es imposible arribar a una respuesta para cada una de ellas utilizando el método científico. Tampoco hemos tenido la suerte de experimentar todas y cada una de las contingencias que la vida nos depara. Es natural que en más de una ocasión debamos recurrir al principio de autoridad, buscando el consejo de alguna persona, grupo, libro, medio o página web. Y esto es algo que nunca hemos dejado de hacer, y que seguimos haciendo. La autoridad no está en crisis. Estamos cada vez más entregados a ésta.

Lo que está en crisis es nuestra capacidad para decidir:

  • Cuándo nuestra propia experiencia, conocimiento y capacidad de razonar son suficientes para sacar conclusiones válidas (pudiendo, por lo tanto, abstenernos de consultar ciegamente a una autoridad). Y cómo usar esa capacidad de la mejor manera posible.
  • Cuándo nuestras capacidades se ven excedidas y debemos consultar y entregar nuestra confianza a una autoridad competente, esperando que ésta nos guíe. En este caso, pasa a ser crucial cómo elegimos la autoridad en la que se depositará la confianza.

Este sitio, AlgoPoco, busca en sus artículos reflexionar en torno a estos desafíos.

Sobre la capacidad de razonar: ¡atrévete a saber!

El conocimiento sólo es conocimiento cuando ha sido adquirido mediante el esfuerzo realizado por el pensamiento propio, y no únicamente por la memoria

León Tolstoi, Aforismos

Pensar no es algo que acomode a todo el mundo, pero es una herramienta de suma utilidad. Tampoco es algo que hagamos demasiado bien los seres humanos. La evidencia nos indica que es bastante común que nuestro razonamiento falle sin que seamos conscientes de aquello.

AlgoPoco desarrolla artículos en torno a la utilidad para nuestra vida de herramientas como son pensar, debatir, reflexionar y evaluar críticamente las ideas. Intentamos mostrar dónde nuestro razonamiento lógico tiende a fallar, explicándote sesgos cognitivos que han sido ampliamente estudiados por la sicología y que es bueno conocer para no tropezar.

Nuestros artículos también incursionan en el mundo de la emoción y cómo ésta se distingue de la cognición. La emoción es un aporte en el proceso de evaluación del mundo, pero también puede ser un estorbo. Fundamental es reconocerla y distinguirla como lo que es, diferenciarla del conocimiento objetivo, y aprender a caminar con ella en armonía, aprovechando todo aquello que nos tiene que decir, pero sin entregarle autoridad completa sobre nuestro quehacer.

En nuestra página de contenidos encontrarás una puerta de entrada a todo ese desarrollo.

Sobre la búsqueda de la autoridad competente

Toda persona puede y debe hacer uso de todo aquello que el pensamiento global de la humanidad ha elaborado, pero al mismo tiempo debe examinar con su propia razón los datos elaborados por toda la humanidad.

León Tolstoi, Aforismos

Cuando los asuntos de la cotidianeidad nos exceden, es natural querer entregar las riendas a otro que tiene autoridad. Decidir correctamente a quién se lo entregamos es crucial para nuestra supervivencia. Cuando volamos en un avión, la autoridad sobre los controles se la entregamos al piloto, no a los pasajeros, ni a nosotros mismos. Cuando tenemos una enfermedad pedimos al médico, no a los políticos, que nos receten un medicamento. Las anteriores son figuras de autoridad incuestionables.

Pero en casos en que no es la supervivencia la que está en juego (o creemos que no lo está), los límites de la autoridad son más difusos. ¿Por quién debo votar? ¿Qué alimentos debo consumir? ¿Qué pasará si se aprueba la reforma tributaria? ¿En qué escuela debo matricular a mis hijos? ¿Los debo vacunar? ¿Esa noticia, es falsa?

La cantidad de información contradictoria que pulula en las redes y en los medios respecto de estos y otros temas es infinita. ¿Cómo elegir en quién confiar? ¿Confío en lo que opina mi madre? ¿En lo que el promedio de las personas opina (es decir, en una encuesta)? ¿Quizá me baso en lo que opina la autoridad local? ¿En lo que opina Twitter? ¿O en lo que opina el experto?¿Qué experto?

La respuesta a esta importante cuestión es un gran “depende”. Cada caso debe ser evaluado en su mérito. La autoridad competente para resolver un tema no es la misma que la que es competente para resolver otro. Tampoco es recomendable seguir a nadie de manera ciega. Incluso al médico podemos cuestionarlo pidiendo una segunda y una tercera opinión. La autoridad última para decidir a quién sigues, eres tú mismo.

También debemos decidir cómo se delimita el ámbito en el cual depositamos la confianza en cada una de las autoridades a las que acudimos. Confiamos en la capacidad del piloto para manejar los controles de la nave, pero no le confiamos nuestro dinero para invertir. Confiamos en el médico para que nos entregue un diagnóstico de nuestra dolencia, y para que nos apoye en su resolución, pero no le pedimos opinión sobre la arquitectura de nuestra casa.

Todas estas tareas requieren de saber pensar, y hacerlo bien. En AlgoPoco nos interesa desarrollar contenido que pueda orientarte en ese camino. 

Te dejamos con un muy buen (y corto) vídeo donde Polizón y Náufrago nos convence sobre la importancia y vigencia del ¡Atrévete a saber! (o Sapere aude!) de Kant. ¡No te lo pierdas!

¿Te interesa profundizar más? Puedes leer nuestro artículo sobre El fin de la era de la razón. Allí encontrarás cómo Stefan Zweig retrata una época que se parece escalofriántemente a la época actual.