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La incertidumbre radical y la antifragilidad

Todos tenemos alguna idea de a qué nos referimos cuando hablamos de riesgo. Los diccionarios, en general, definen esta palabra como la posibilidad de que acontezca alguna ocurrencia negativa. En economía se separa el concepto de riesgo, donde la probabilidad de un determinado evento futuro es conocida, del de incertidumbre, donde ésta se desconoce. Ambas definiciones suponen que la ocurrencia negativa está bien descrita, lo que en el mundo real no es tan frecuente. A veces la incertidumbre es radical.

Mervyn King, economista que estuvo a cargo del gobierno del Banco de Inglaterra entre 2003 y 2013 junto a John Kay, de la universidad de Oxford son autores de Radical Uncertainty, una obra que se hace cargo de este asunto en profundidad. Los autores distinguen dos tipos de incertidumbre: la incertidumbre radical y la incertidumbre resoluble.

La incertidumbre resoluble es aquella que puede eliminarse buscando algo (no sé qué ciudad es la capital de Pensilvania) o que puede representarse mediante una distribución de probabilidad conocida de los resultados (el giro de una ruleta). Sin embargo, en el caso de la incertidumbre radical, no existe ningún medio similar para resolver la incertidumbre: simplemente no sabemos. La incertidumbre radical tiene muchas dimensiones: oscuridad, ignorancia, vaguedad, ambigüedad, problemas mal definidos y una falta de información que, en algunos casos, pero no en todos, podemos esperar rectificar en el futuro.

John Kay y Mervyn King, Radical Uncertainty

Lo que no sabemos que desconocemos (o unknown unknowns, en inglés)

No es fácil hablar del futuro incluso teniendo a nuestra disposición todas las herramientas que nos da la probabilidad y la estadística. Esto, no solo porque las probabilidades de ocurrencia de diferentes futuros alternativos son difíciles de estimar, sino además porque el universo de potenciales eventos excede a veces nuestra imaginación. Por eso, el estudio de las posibilidades que nos depara el futuro dista de ser trivial y su cuantificación reviste complejidades enormes.  En muchas ocasiones, los modelos estadísticos establecidos para su cuantificación simplemente no son adecuados.

Osama bin Laden fue el autor intelectual del atentado contra el World Trade Center de Manhattan el 11 de septiembre de 2001, y los preparativos militares estadounidenses para una posible invasión de Irak comenzaron casi inmediatamente después. En febrero del año siguiente, Donald Rumsfeld, el Secretario de Defensa de Estados Unidos, dio una conferencia de prensa. Se le pidió a Rumsfeld que comentara los informes que afirmaban que no había pruebas que relacionaran a Bagdad con la actividad terrorista. Su famosa respuesta fue ampliamente ridiculizada: Hay cosas conocidas [known knowns]; hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que existen incógnitas conocidas [known unknowns]; es decir, sabemos que hay algunas cosas que desconocemos. Pero también hay incógnitas desconocidas [unknown unknowns]: las que no sabemos que desconocemos».

John Kay y Mervyn King, Radical Uncertainty

Misterios y rompecabezas

Las distinciones entre las incógnitas «conocidas» y «desconocidas» descritas por Donald Rumsfeld  a veces se describen como la diferencia entre la incertidumbre resoluble y la incertidumbre radical, o entre los «rompecabezas” y los “misterios». Un rompecabezas tiene reglas bien definidas y una única solución, y sabemos cuándo hemos llegado a esa solución. Los rompecabezas ofrecen la satisfacción de una tarea bien definida y una respuesta correcta. Incluso cuando no puedes encontrar la respuesta correcta, sabes que existe. A veces las soluciones de los rompecabezas son difíciles de encontrar: los premios (por ejemplo, el Nobel) se conceden a quienes resuelven los enigmas más difíciles.

Los misterios, por su parte, no ofrecen una definición tan clara ni una solución objetivamente correcta: están impregnados de vaguedad e indeterminación. Nos aproximamos a los misterios a través de preguntas generales como «¿Qué está pasando aquí?», y aun cuando logremos avanzar algo en su comprensión, reconocemos que nuestros avances son solo parciales. Los misterios, entonces, no nos proporcionan el confort ni el placer de llegar a la respuesta «correcta». Colón pensó que había llegado a las Indias, por ejemplo.

Los misterios son cosa común de la vida moderna. Hay muchas preguntas del tipo «¿Qué estaba pasando aquí?» dando vueltas en torno a temas ambientales y geopolíticos, por ejemplo. En muchos aspectos, la incertidumbre radical, incómoda, nos rodea con su opacidad y ambigüedad.

Un ejemplo de incertidumbre radical según Nassim Taleb

Nassim Taleb, en su libro El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable, se refiere a esta dificultad recurriendo a un ejemplo muy ilustrativo que a continuación te entregamos.  En éste, el autor nos muestra que la mayor contingencia para un dueño de casino no tiene que ver con las probabilidades de que algún jugador gane quince veces seguidas el veintiuno real, un riesgo que es fácilmente cuantificable y bajo. Tampoco tiene que ver con la posibilidad de que se haga trampa.

Para contextualizar su punto, entrega el ejemplo de un casino que gastó miles de dólares en contratar matemáticos para medir y calcular el riesgo de fraudes, de robos o de verse obligado a pagar mucho más que lo recaudado. El objetivo del estudio consistía en instalar medidas de seguridad y sistemas de seguimiento. Dicho casino llegó a tener un sofisticado sistema de “control de los riesgos”. Sin embargo, en un mundo de incertidumbre radical, estos mecanismos distan de ser suficientes. Taleb relata cómo varios eventos inesperados, de impacto masivo y con una probabilidad imposible de calcular, le generaron a este casino grandes pérdidas:

[…] pese a tanta sofisticación, sus riesgos no tenían nada que ver con lo que se puede prever sabiendo que se trata de un casino. Y es que resultó que las cuatro mayores pérdidas […] quedaban completamente fuera de sus sofisticados métodos.

Primera. Perdieron unos cien millones de dólares cuando un tigre mutiló a un insustituible actor de su principal espectáculo […] El artista había criado al tigre, que incluso había llegado a dormir en su habitación; hasta entonces, nadie sospechaba que el fuerte animal fuera a volverse contra su amo. Al analizar los posibles escenarios, el casino llegó a pensar en que el animal saltara sobre el público, pero a nadie se le ocurrió cómo podían asegurar lo que iba a suceder.

Segunda. Un contratista contrariado resultó herido durante la construcción de un anexo al hotel. Se sintió tan ofendido por el acuerdo que le propusieron que intentó dinamitar el casino […]

Tercera. Los casinos deben completar un impreso en el que el Servicio Interno de Ingresos documenta los beneficios de un jugador cuando superan una determinada cantidad. El empleado que se suponía que llevaba a correos dichos impresos los escondía en unas cajas debajo de su mesa, por razones totalmente inexplicables. Así lo hizo durante años sin que nadie se diera cuenta […] El fraude (y la negligencia) fiscal es un delito grave, por lo que el casino se enfrentaba a la pérdida del permiso de juego o al oneroso coste económico de un cierre temporal […]

Cuarta. Hubo una avalancha de otros sucesos peligrosos, como el secuestro de la hija del propietario del casino, quien, para reunir el dinero del rescate, tuvo que violar las leyes del juego y recurrir a los fondos del casino.

Nassim Taleb, El cisne negro

De acuerdo con los cálculos del autor, el costo asociado a golpes ajenos al modelo de contención de riesgos original los multiplicó casi por mil. El casino gastó cientos de miles de dólares en asesorías que ocupaban la teoría del riesgo basado en probabilidades conocidas, pero olvidó las fuentes ambiguas e inciertas. Simplemente no tomaron en cuenta la incertidumbre radical. Así, cuantificando únicamente lo que era cuantificable e invirtiendo en vigilancia de alta tecnología para evitar riesgos conocidos, se protegieron contra las eventualidades que resultaron ser las menos importantes. Incluso en los casinos, la cuna de la teoría de probabilidades, los riesgos más significativos quedan fuera del modelo.

Frente a la incertidumbre radical, cultivar la antifragilidad

Cuando nos vemos incapaces de cuantificar o prever una ocurrencia futura, no podemos prevenirla. Pero tampoco podemos ser ciegos y actuar como si las contingencias imprevisibles e incuantificables no existiesen, es decir, como si en nuestro mundo la incertidumbre radical fuese algo insignificante. Lo que debemos hacer es aprender a sobrellevar los shocks y fluctuaciones inevitables en un sistema complejo como es nuestro entorno, ya que éste es el elemento crucial que definirá su (y nuestra) sobrevivencia. Necesitamos evitar la fragilidad, asegurar la resiliencia y conseguir, mejor aún, la antifragilidad.

¿Qué es la antifragilidad?

Cuando un sistema es frágil, se romperá ante la primera gran vicisitud o ante una seguidilla de vicisitudes menores. Un sistema robusto resistirá y, si es resiliente, volverá a su estado inicial después de un tiempo. Pero incluso los sistemas robustos y resilientes se quiebran frente a inestabilidades muy frecuentes o muy significativas. Los sistemas que han demostrado tener estabilidad evolutiva son los sistemas antifrágiles, los que aprenden de los shocks y se van adaptando, incrementando entonces su resistencia a ellos. Esto es evidente en los sistemas biológicos, y Taleb nos persuade de que también lo es para sistemas sociales y políticos.

Hay cosas que se benefician de las crisis; prosperan y crecen al verse expuestas a la volatilidad, al azar, al desorden y a los estresores, y les encanta la aventura, el riesgo y la incertidumbre. Pero, a pesar de la omnipresencia de este fenómeno, no existe una palabra que designe exactamente lo contrario de frágil. Aquí lo llamaremos antifrágil.

La antifragilidad es más que resiliencia o robustez. Lo resiliente aguanta los choques y sigue igual; lo antifrágil mejora. Esta propiedad se halla detrás de todo lo que ha cambiado con el tiempo: la evolución, la cultura, las ideas, las revoluciones, los sistemas políticos, la innovación tecnológica, el éxito cultural y económico, la supervivencia empresarial, las buenas recetas de cocina (como el caldo de pollo o el bistec tártaro con unas gotas de coñac), el ascenso de las ciudades, las culturas, los sistemas legales, los bosques ecuatoriales, las bacterias resistentes […], incluso nuestra propia existencia como especie en este planeta”

Nassim Taleb, Antifrágil: las cosas que se benefician del desorden